De Olivia Marín Delgado y Carmen Vera Bailón, alumnas del IES Ángel Ganivet
He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.
Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi mano.
Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento,
no se oye otra cosa que el llanto.
1. Organización del texto.
El poema consta de 12 versos polimétricos y sin rima, aunque
con repetición de una palabra al final de varios versos (llanto e inmenso).
Su estructura interna se divide en tres partes:
Versos 1-4: habla del deseo del “yo poético” de no ser
interrumpido por el llanto que le importuna desde fuera de su habitación.
Versos 5-7: el poeta desearía deleitarse con sonidos más
agradables, como violines, la música celestial o el sonido de la naturaleza.
La primera y segunda parte son términos opuestos, mientras
que la tercera supone como una conclusión en la que se impone el mundo real del
llanto a los deseos personales del poeta.
2. Tema.
Resumen.
El tema de la obra es la actitud solidaria del poeta ante el llanto universal.
El llanto se describe como una fuerza capaz de hacer callar
cualquier deseo del poeta de evadirse en el interior de su habitación con
sonidos agradables como el de los violines, la música de los ángeles o el
ladrido de los perros. Finalmente
confiesa su imposibilidad a rehuir el llanto que lo interpela.
3. Comentario
crítico.
El
poema pertenece al libro de García Lorca Diván de Tamarit, unas de las
últimas obras de García Lorca y publicada después de su trágica muerte.
Pertenece pues a su última etapa, en la que el poeta vuelve a utilizar con
estrofas tradicionales después de su experiencia surrealista. Utiliza el soneto
clásico en Sonetos del amor oscuro y dos estrofas típicas de la poesía
árabe clásica, la gacela y la casida en Diván de Tamarit (diván en árabe
significa “colección de poesías” y Tamarit es el nombre con el que se conocía
entonces la Huerta de San Vicente, propiedad de la familia de Lorca -el actual Parque García Lorca-).
Nuevamente,
como en Canciones, Poema del cante jondo, y Romancero gitano, el poeta vuelve a sus
raíces granadinas; en esta ocasión rinde homenaje a los poetas árabes andaluces
(Abu Said de Elvira, Ibn Hazam, Ibn al-Jatib, Ibn Zamrak) que entonces acababa de traducir y
divulgar su amigo y profesor de la Universidad de Granada, don Emilio García
Gómez, quien precisamente se encargaría también de editar el libro de García
Lorca.
En
estas dos obras póstumas, el “yo poético” y su drama interior es el único protagonista.
El
poema comunica una visión desolada del mundo, pero también un sentimiento de
solidaridad por los que sufren. El llanto de los demás no puede dejar
indiferente al poeta, no le es posible vivir aislado, dentro de su torre de
marfil.
El
poema da a entender con la polimetría y
la falta de rima regular el caos que rodea al poeta, mientras que el uso de
otros recursos rítmicos más violentos (repetición de palabras y de frases a
modo de estribillo) incide en la insistencia y fuerza del llanto que interpela
al poeta.
En
la segunda parte del poema, los ángeles
representan la música celestial y los perros la música de la naturaleza con la
que a él le gustaría deleitarse; para ello utiliza la hipérbole surrealista
“mil violines caben en la palma de mi mano”.
Por
último, describe el llanto comparándolo con lo que ha dicho anteriormente, e
introduce la idea de que el llanto es más intenso que todo lo demás.
Según
el poeta, mientras haya dolor e injusticias en el mundo, no podremos vivir con
normalidad, ajenos a los demás, sino que hay que comprometerse con el dolor de
los que sufren.
En
nuestra opinión, este es un poema que trata de hacernos ver la realidad desolada que
hay a nuestro alrededor, trata de convencernos para que escuchemos a los demás
y los ayudemos en lo que podamos, ya que únicamente así podremos mantener la
conciencia en paz. Ya en toda su obra anterior el poeta había dado muestras de
su solidaridad con los marginados y perseguidos
(los gitanos en Romancero gitano
y los negros en Poeta en Nueva York).
No
cabe duda de la vigencia de esta reflexión de García Lorca, especialmente en
los momentos actuales en los que la crisis económica castiga a las clases más
indefensas, y el sistema ultracapitalista masacra a todos aquellos de quienes no obtiene
un rédito; y ya hasta el estado ha
renunciado a protegerlas. El papel de la cultura debe ser denunciar y ofrecer
soluciones a esta injusticia; parece increíble que en los medios de mayor
alcance social (la televisión, las redes) se dé pábulo a manifestaciones
intrascendentes, de espaldas a la crisis que nos rodea, así como que tenga un
seguimiento masivo programas de evasión ajenos a la cruda realidad (música,
concursos, debates de la “prensa rosa”).
Por otro lado, hay una población
comprometida con los afectados por la crisis y se manifiestan a través de la
prensa , programas de denuncia. Hoy son best-sellers
las novelas Petros Markaris, que retratan la injusticia de las fuerzas
financieras en Grecia, o ensayos de divulgación y critica del capitalismo, etc.
CARMEN Y OLIVIA
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