EDUARDO RUIZ MORALES, PERIODISTA CONTROVERTIDO



(Publicado en EL IDEAL 17/07/2017

Ruiz Morales (primero de la fila tercera), en la candidatura del Partido Radical

El bastetano Eduardo Ruiz Morales (1868-1913) pertenece a la llamada generación del 98. Era un hombre movido por dos impulsos bipolares: la vida indolente de la  bohemia y la exigencia por la justicia republicana. Eran años de angustiosas luchas sociales en los que el movimiento obrero y los intelectuales  (la llamada “Gente Nueva”) pugnan por participar de la  política, copada todavía por los partidos viejos que solo representan y defienden los intereses de la oligarquía.

La primera noticia que se tiene de  Ruiz Morales data de 1884, cuando apenas contaba 16 años. Era estudiante de la Universidad Central de Madrid. En la inauguración del curso académico 1884-85 pronunció el discurso de apertura Miguel Morayta. En él habló de teorías materialistas y anticlericales, lo que suscitó muchos aplausos y también su excomunión y expulsión de la Universidad, lo que provocó una manifestación de adhesión que derivó en una auténtica rebelión callejera, conocida como “la Santa Isabel”. Las crónicas cuentan que uno de los estudiantes  más activos en las protestas fue Eduardo Ruiz Morales.

Hoy su nombre dice poco, pero en los veinte años que van desde entonces hasta 1903, el bastetano intervino en todas las tertulias de Madrid. Impulsivo y apasionado era el animador imprescindible en las múltiples tertulias en las que intervino. Comenzó su carrera periodística en los periódicos estudiantiles  La Universidad y  La Tribuna Escolar; luego  pasó a colaborar con periódicos obreros como La Piqueta, El Obrero, Germinal y La Democracia. En esta época destaca el folleto ¡¡¡La coronación de Zorrilla!!!, de 1889 en el que deplora el despilfarro que suponen los exagerados actos de la coronación del poeta en Granada, considerando más necesarias las inversiones en  la recuperación de los daños del terremoto sufrido el año anterior.

Formó después parte de la redacción del periódico republicano El País, en el que colabora a lo largo de ocho años con una columna diaria muy activa encargada de la actualidad teatral,  aunque se limita a dar informaciones y reseñas de los estrenos y novedades relativas a la intensa actividad teatral y musical de la capital, sin apenas comentarios críticos, salvo algún elogio a la reaparición de un actor, la visita de una cantante, etc.

Son años de vida extravagante, desordenada, nocturna; la que refleja fielmente Valle-Inclán en sus esperpentos. Es más que probable que en 1890 coincidiera en las mesas de los cafés de Levante y del Prado con Ángel Ganivet, funcionario y opositor en Madrid por entonces.

 A partir de  1895, deslumbrado por la figura de Lerroux, después tan denostada,  milita en el partido republicano que lidera el doctor Esquerdo. Participa en la comida homenaje que algunos periodistas ofrecen en el café Inglés a Joaquín Dicenta por el éxito de su obra Juan José. El 12 de abril de 1896 forma parte del elenco que representa Juan José a beneficio de la redención de un recluta, único sostén de su madre. También actúan en dicha representación el propio Dicenta, y otros periodistas como Palomero, Paso, Limendoux o Pineda. Según informa El Accitano del 18 de octubre de 1896, entonces Eduardo Ruiz Morales dirigía en Madrid  La Información.

Dentro de su vida excesiva, sabemos que afrontó un desafío con  Azorín por los comentarios ofensivos de este hacia colegas de El País. Valentín González Serrano y Eduardo Casado Berbén apadrinaron al granadino y declararon que “ha quedado honrosamente zanjada la cuestión pendiente entre nuestros queridos amigos y compañeros”. No fue el único duelo. Mantuvo otro más peligroso contra José Juan Cadena, un hombre de mundo, escritor y empresario teatral, y experto esgrimista cuya pareja, la famosa cupletista Consuelo, la Fornarina,  reveló luego que su amante  le había confesado que le había perdonado la vida al audaz camorrista.

Termina su etapa madrileña cuando Lerroux le nombra en 1903 director de El heraldo de La Rioja, órgano del partido republicano en la provincia. Allí se hace portavoz de las huelgas convocadas, denuncia la represión, participa activamente en la campaña para  socorrer a los damnificados por la catástrofe ferroviaria de Torremontalvo y organiza un mitin homenaje a Sagasta en su pueblo natal,  Torrecilla en Cameros. Siempre perseguido por la polémica, es detenido en Logroño por una orden del juez de Baza, aunque está pocos días en prisión y sufre otras denuncias, una por su artículo “Sombras y dudas”, y otra del alcalde de Mansilla, de las que sale absuelto.

En 1905  acompaña a Lerroux a Barcelona como secretario particular, por lo que se ve envuelto en todo tipo de lances escabrosos. También coincide con dos personajes antitéticos. Son el profesor Hermenegildo Giner de los Ríos en cuya lista consigue acta de concejal en el ayuntamiento de Barcelona y Emiliano Iglesias, director de El Progreso, quien lo nombra director  del  suplemento semanal y a quien sustituye en la dirección del diario en el verano de 1912. Don Gildo es un republicano viejo, sabio  y estricto. Emiliano  era pendenciero, seductor y tramposo. Representan las dos facetas contradictorias de la personalidad de Eduardo. Desde el ayuntamiento barcelonés intervino en la creación de ateneos populares, las famosas meriendas republicanas, la creación de las escuelas al aire libre, en la Semana Trágica, etc.
Muere el 13 de diciembre de 1913, con cuarenta y cinco años, pobre,  insobornable, víctima de una enfermedad cardíaca. El entierro fue civil, presidido por dos familiares y el alcalde, Sr. Segnier, el diputado Iglesias y banderas de la República, la Fraternidad y la Casa del Pueblo.

Hermenegildo Giner de los Ríos (ligado a Granada desde que su hija Gloria se casara con Fernando de los Ríos) cuenta que le visitó en la víspera de su muerte: “Y le hablé de Granada, de su pueblo natal, del estado del partido republicano en nuestra querida Andalucía, le refería escenas interesantes andaluzas, que le hacían sonreír plácidamente como si contemplase el bello perfil de Sierra Nevada y la espléndida vega granadina, a donde trasladaba su imaginación, evocando yo en su espíritu el recuerdo de  hombres y de cosas, de tipos y paisajes.(…). Barcelona te honró con una representación popular, como hace siempre generosa con quienes bien la quieren y bien la sirven. Que sepa tu Baza, que sepa tu Granada, que has correspondido al honor con honor intachable, sellando la cuenta fielmente”.

Comentarios

Peterson ha dicho que…
Me encantan tus retratos de personajes granadinos, la historia cobra vida y casi podemos ver y oír el murmullo de cafés y tertulias de otro siglo... Espero que no te hagas de rogar para poder disfrutar de tus artículos muy pronto. Enhorabuena por el blog.

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