La memoria de agosto, de Cristina Pérez Valverde

todo cuanto le rodea. Es también una chica muy culta, lo que hace que la novela sea un suculento banquete de referencias literarias (Cervantes, Yeats, Shakespeare, Jung), artísticas (Rubens, Klimt) y musicales (Nina Simone,
Suzanne Vega…) para el lector curioso. Son referencias pertinentes, hechas con sensibilidad e inteligencia, que amenizan y distraen la lectura. Incluso inciden en los hechos narrados. La literatura incide en la realidad, en una trampa muy cervantina. Otro aliciente es el de las referencias geográficas. La protagonista se desplaza de un lado a otro, continuamente, y Pérez Valverde sabe transmitir los rasgos más sugerentes de cada lugar (rincones concretos de Granada y Loja, sobre todo; pero también Galicia, Madrid, La Mancha, Andalucía, Viena, Estados Unidos, Inglaterra).
Belén, la protagonista atrae al lector inmediatamente. Ya hemos mencionado su sensibilidad, pero es también un personaje divertido, una locaza de la vida nocturna de Granada; y una mujer víctima de la locura de amor, sobrecogedoramente dramático, y una mujer tierna con los demás. Los personajes secundarios es otro aliciente de la novela: el coro de amigos y amigas (impagable Maribel, y Juanita), los colegas y la familia de la protagonista (verdadera clave de la novela). Una cosa me ha matado (es apreciación muy personal), la comparación del impresentable de César con Edward Rochester (por favor, Cristina, o Belén, ¿cómo se os ha ocurrido?).
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