Comentario de Casida de la mujer tendida de García Lorca
Manuel
Guerrero, Eloy López y Hudaifa Slimani (2º Adultos IES Ángel Ganivet)
Verte
desnuda es recordar la Tierra. La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.
Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.
La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espada fulgurante,
pero tú no sabrás dónde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.
Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.
(Diván de Tamarit)
Canción de Carlos Cano
1. Organización de las ideas del texto
Se trata de un poema compuesto por dieciséis versos endecasílabos, distribuidos en cuatro estrofas de versos libres.
Las dos primeras estrofas repiten casi completamente el primer verso y es una descripción del cuerpo femenino, comparado con la Tierra; continúa describiendo la pasión que despierta, expuesta de forma desmesurada e imaginativa.
La tercera estrofa, construida con verbos en futuro, evoca la previsible consumación del acto amoroso, como una ley natural inevitable.
La última estrofa es una reflexión final; trata de la consecuencia del acto amoroso: el embarazo, como parte de la fertilidad femenina y la permanente regeneración de la naturaleza.
2. Tema
La pasión que despierta la contemplación del cuerpo desnudo de una mujer.
Resumen
El cuerpo suave de la mujer desnuda recuerda la belleza de la tierra lisa, sin accidentes, que es regada por el agua de la lluvia o la furia del mar. La mujer se entregará a la pasión que despierta en el hombre, y ese amor germinará en su seno una nueva vida.
3. Comentario crítico
“Casida de la mujer tendida” consiste en la descripción poética del cuerpo femenino. Hay versos de significado obvio y otros de difícil interpretación. El cuerpo se asocia por su belleza a la Tierra, pero también es visto como esperanza de fertilidad y regeneración permanente del universo.
En el
primer verso aparece la idea principal; los demás versos vienen a ser una
expansión de esa idea. Igual que la lluvia fertiliza la tierra y hace germinar las
semillas enterradas, gracias a la belleza del cuerpo de la mujer siempre será esperanza
de vida.
La
primera asociación entre “mujer desnuda” y “Tierra” se matiza en el segundo
verso: el cuerpo femenino evocado no recuerda cualquier paisaje, sino un
paisaje sin accidentes, sin irregularidades, sin presencias perturbadoras. Es
decir, la alusión a los caballos y al junco serían referencias al sexo
masculino, por eso se añade que un paisaje de esas características, por brillante
o hermoso que fuera (“confín de plata”), estaría cerrado “al porvenir”, de la
misma forma que una mujer sin varón estaría condenada a la infertilidad.
En el
segundo grupo de versos se enriquece la connotación sexual con otras imágenes,
la de la lluvia y la del mar. La mujer desnuda se identificaría con la tierra
que espera la lluvia (símbolo de fertilidad); la lluvia sería la fuerza
masculina que busca el “débil talle” (la cintura femenina). En cuanto a “la
fiebre del mar”, sería un modo de aludir a la permanente inquietud de las aguas
del mar, siempre en busca de algo inalcanzable (el brillo o espejeo del agua
producido por la luz).
La
tercera serie de versos introduce mediante una serie de verbos en futuro un
tono predictivo, de resonancias proféticas. Se anuncia una presencia masculina,
apasionada (“La sangre...”), sexualmente ardiente (“...fulgurante”). La
referencia a la sangre puede interpretarse como símbolo de pasión o (es más
discutible) a la virginidad de la mujer. En esta estrofa se encuentran los
versos de más difícil interpretación. Se refieren al reino animal y vegetal y quizá
se refiera a que la mujer, ya embarazada, entrará en un estado de sosiego y de
desconocimiento (“no sabrás...” ni dónde se oculta la fealdad, “el corazón del
sapo”, ni la delicadeza, “la violeta”).
En los
últimos versos se vuelve al presente. El vientre de la mujer parece ya
preparado para la anunciada gestación (“una lucha de raíces”); sus labios
abiertos también anuncian un amanecer luminoso (el nacimiento de un nuevo ser,
“un alba sin contorno”). Termina con otros versos oscuros que quizás
signifiquen que la muerte está al
acecho: si “las rosas tibias” son los cuerpos abrazados del hombre y la mujer,
muy cerca de ellos estaría la muerte, porque en el amor confluyen los dos
impulsos, el de vida (Eros) y el de muerte (Thánatos).
La
ausencia de rima no significa falta de ritmo: la regularidad del endecasílabo
por un lado y el recurso a las repeticiones por otro, aseguran un ritmo clásico.
Veamos algunas de esas repeticiones, que sirven para estructurar el poema y
para subrayar ciertas imágenes.
El
primer verso y el quinto presentan una anáfora y repiten el mismo esquema
sintáctico (“Verte desnuda es...”), lo mismo que los vv. 9 y 10 (“Tu vientre
es...”/ “Tus labios son...”); la repetición de la palabra Tierra origina
una anadiplosis entre el v. 1 y el 2; y una anáfora (vv. 2 y 3); el empleo de
tres formas verbales en futuro (“sonará”, “vendrá”, “sabrás”), etc.
En
definitiva, nos hallamos ante un poema en el que aparecen los dos grandes temas
de García Lorca: la pasión y la fuerza erótica inseparablemente unida a la
muerte. También
encontramos la fusión perfecta de tradición y vanguardia que caracteriza a
García Lorca y toda la generación del 27. Formalmente el poema presenta
la apariencia de un poema vanguardista (versos libres, imágenes irracionales)
propio de los últimos años de García Lorca, pero temáticamente estaría
en la misma línea tradicional de su primera etapa, caracterizada por su
andalucismo. El título del libro (diván
es, en árabe, un poemario) y del poema (casida es, también en árabe, un género
poético) nos recuerda la vocación orientalista y morisca de Lorca que declaraba:
“los sepulcros de los Reyes Católicos no han
evitado que la media luna salga en los pechos de los más finos hijos de
Granada. La lucha sigue viva [...] en la colina roja de la ciudad hay dos
palacios, muertos los dos: la Alhambra y el Palacio de Carlos V, que sostienen
un duelo a muerte que late en la conciencia del granadino actual”.
El
tema abordado es evidentemente uno de los tópicos más repetidos en la historia
de la literatura. De los primeros seguidores de la poesía petrarquista a la
poesía actual, no hay escritor que no haya dejado constancia de su admiración
por el cuerpo femenino. El poema recuerda otro de Pablo Neruda, que sin duda,
conocía bien García Lorca:
POEMA 1Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
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