El misterioso atentado contra Pedro Antonio de Alarcón
Publicado en IDEAL (Granada), el 25/04/2013
Según noticia aparecida en el diario madrileño La Política el día 19 de abril de 1872, Pedro Antonio de Alarcón había sufrido unos días antes un atentado en la calle Duquesa de Granada. Un individuo se abalanzó sobre el coche, rompió el cristal de la ventanilla y disparó contra el escritor accitano, que tuvo reflejos para sujetar la mano del asesino y desviar la dirección del proyectil.
El 15 de abril siguiente se celebraban en Granada las
elecciones al Senado y ahora los candidatos de la oposición estaban prevenidos.
Las urnas estaban en los bajos del gobierno civil, en la calle Duquesa, y Pedro
Antonio de Alarcón, como líder natural de los alfonsinos de Granada, dirigió la
estrategia para evitar otra adulteración de los resultados. Escoge como cuartel
general la residencia del Sr.
Lledó. El palacio, situado en el número
1 de la calle Duquesa, junto a la plaza de la Trinidad, era bien conocido por
Pedro Antonio de Alarcón, pues había sido sede de la tertulia de La Cuerda allá
por los años 50, merced al mecenazgo de la señora de la casa, también
escritora, Dolores Arráez de Lledó, que moriría un poco después, el 4 de septiembre, de cáncer. El gobernador Eugenio Alau
(“desgobernador”, lo llama Alarcón) envía a la milicia para pedirle al señor
Lledó que desaloje la casa, acusándolo de conspirador, pero el rico hacendado
despacha a los policías. Finalmente “los compromisarios de la oposición,
hábilmente dirigidos por los señores Alarcón y Mantilla” acuden a votar en
grupos de diez para protegerse de los hombres armados que los intimidan. Los cuatro candidatos de Alarcón salen
elegidos; el partido ministerial obtiene 271 votos, por 670 la oposición. Esa misma noche, cuando se
conocen los resultados se produce un tumulto en el Teatro Isabel la Católica, y
el público acude al gobierno civil a reclamar la libertad de los presos
políticos. El señor Alau dimite y huye furtivamente de la ciudad. Al día siguiente, a plena luz del día, cuando
Alarcón va a recoger los resultados, sufre el atentado.
Según noticia aparecida en el diario madrileño La Política el día 19 de abril de 1872, Pedro Antonio de Alarcón había sufrido unos días antes un atentado en la calle Duquesa de Granada. Un individuo se abalanzó sobre el coche, rompió el cristal de la ventanilla y disparó contra el escritor accitano, que tuvo reflejos para sujetar la mano del asesino y desviar la dirección del proyectil.
El suceso ponía un desenlace trágico a una historia
comenzada un mes antes y que había aumentado en tensión de forma inesperada. En
la prensa madrileña se referían a estos hechos como “lo de Granada”.
En diciembre de 1871, reinando Amadeo I de Saboya,
Sagasta convocó elecciones para el día 3
de abril de 1872, y en la provincia de Granada se auguraban plácidas, no se
esperaban sorpresas. Especialmente se daba por seguro que, a pesar de pugnar
desde la oposición, Pedro Antonio de Alarcón renovaría por quinta vez su escaño
de Guadix (En Guadix combate el gobierno al Sr. Alarcón, pero cada día tiene
que cambiarse el nombre del candidato oficial, pues ninguno acepta una empresa
tan difícil). En Albuñol se presentaba por el partido de Alarcón su amigo,
el abogado Federico Hoppe, y el gobierno había llevado a este distrito nada
menos que al Capitán General de Granada, don Antonio del Rey.
Pedro Antonio de
Alarcón sufrió el 6 de de marzo la pérdida de la menor de sus dos hijas, Petra,
de solo catorce meses, y, animado por su familia, decidió acompañar a su amigo
Federico Hoppe en su reñida campaña. El
19 de marzo los dos candidatos tomaron
una diligencia de La Motrileña en Puerta Real (desde donde ahora está el bar
Enrique) y se dirigieron a Albuñol, donde se hospedaron en la casa de don
Cecilio Roda, la cual todavía está en
pie, frente a la iglesia.
Allí, en Albuñol, la situación era totalmente distinta a
la de Guadix. El ambiente era crispado y
Alarcón intentaba contemporizar entre los contendientes. Pedro Antonio
de Alarcón, con su gracejo natural intervenía en las disputas convidando a
vino, comida y tabaco a los interventores, que llevaban días sin ponerse de
acuerdo. Lo hizo acompañando la invitación de unas quintillas al modo de los
trovos alpujarreños: Sin que esto sea
soborno/ caballeros, allá van/ chorizo,
salchichón y pan/ recién salido del horno./
Solo suplico en retorno,/ presidente y secretarios/ hablo hasta con los contrarios,/ que durante
esta merienda/ se olvide toda contienda/ entre amigos y adversarios. Por
contra, el desabrido general Rey envió dos destacamentos a la ciudad para
controlar las distintas sedes electorales y perpetrar uno de los célebres
pucherazos del ministerio Sagasta-Romero Robledo.
El mítico viaje a caballo por la Alpujarra que Alarcón
inmortalizó en su célebre obra duró diez días. El día dos de abril ya estaba en
Guadix para asistir a la jornada electoral y pudo comprobar que se estaban
produciendo irregularidades. Las elecciones lo sorprendieron con el paso
cambiado. Trece matones (“escopeteros”)
anduvieron amedrentando al vecindario y cambiando las actas; y,
aunque fueron encarcelados por la
guardia civil, el delegado del gobernador mandó que fueran puestos en libertad.
El contrincante de Alarcón era un
desconocido en Guadix, Antonio Quevedo, que resultó vencedor. Pedro Antonio de Alarcón
se apresuró a impugnar el escrutinio ante el gobernador, el doctor Alau.
Escribe el día 10 en un telegrama: Escrutinio en Guadix, nulo. Delegado y tropa
prendieron mis comisionados y falsificáronse actas. Entienden tribunales. Tengo
documentación irrebatible. Soy diputado por 1.470 votos de mayoría, según datos
oficiales. Curiosamente, en Albuñol su amigo Hoppe sí obtuvo su
escaño sin peoblemas.
Hasta doscientas referencias podemos encontrar entre abril y
agosto de 1872 a los acontecimientos de Guadix en la prensa madrileña que
actualmente está digitalizada; todas de este tenor:
El hecho más grave
y escandaloso de las más graves y escandalosas elecciones verificadas en
España, es lo ocurrido en el escrutinio de Guadix. En el ministerio de la
Gobernación y en el gobierno civil de Granada existían datos oficiales por los que resultaba
electo diputado el Sr. Alarcón por 3190 votos contra 1720 que obtuvo el Sr.
Quevedo. Así las cosas, el día del escrutinio, el delegado del gobernador en
Guadix ocupa el lugar del escrutinio con tropa, pone destacamentos en las
avenidas de la ciudad, prende a los comisionados que llevan las actas de todos
los pueblos del distrito a la Junta de escrutinio o se las arrebata y las
enmienda, y en virtud de todos estos atropellos y del no menor cometido con el
juez de primera instancia, los soldados y el delegado proclaman diputado al Sr.
Quevedo por dos mil votos contra doscientos, que adjudican al Sr. Alarcón.
Granada está escandalizada con este acto incalificable, cuanto ridículo, porque
el Sr Alarcón tomará asiento en el Congreso como diputado por Guadix con solo
presentar a la comisión de actas los certificados que posee de todos los
colegios electorales. (La Época)
![]() |
Calle Duquesa, 1 |
El relato más completo de los hechos aparece en el diario
La Política: Dirigíase nuestro amigo en carruaje al
gobierno civil, cuando un tal Félix Gómez, vecino de Montegícar,
licenciado de presidio y complicado en la causa de robo a D. Bruno Ramírez,
detuvo el carruaje, asomó la cabeza por la ventanilla y después metió por ella el brazo, armado de un revólver, el
cual asestó contra el pecho del señor Alarcón.
Logró este desviar el arma homicida, que el agresor dejó abandonada en
la refriega, alejándose del teatro de ella con un puñal en la mano, que blandía. No sabemos si
después sería preso, aunque creemos que no, pues en el estado actual de Granada
la impunidad está asegurada a los criminales, mientras que los inocentes son
víctimas de los más brutales atentados, y hasta se prende a la justicia, como
acaba de suceder con los jueces municipal y de primera instancia de Albuñol y
el juzgado de Iznalloz en masa. Felicitamos al Sr. Alarcón por haberse librado
de esta criminal tentativa, y hacemos votos por que no tarde en restablecerse
el Imperio de la ley y de la justicia en Granada, ya que administrativa y
políticamente la ha dejado perturbada para algunos años el bajá Sidi-Alau.
El día 4 de mayo presenta su reclamación ante la comisión
de Actas del Congreso, reclamación que no es atendida. A la vez denunció la
implicación en el atentado del general Antonio del Rey, ahora nombrado por
Sagasta ministro de Guerra, que lo retó. El día 11 El Imparcial publica el fin
del incidente: A consecuencia del altercado de que dimos ayer cuenta, el Sr. Alarcón
envió dos amigos suyos al general Rey, el cual comisionó otros dos, y con
intervención de los cuatro, el asunto ha tenido un término satisfactorio y
honroso para ambas partes.
Antes de que se resuelva el atropello cometido contra
Alarcón, un escándalo mayor termina con el gobierno de Sagasta: la corruptela
de los dos millones de reales desviados del Ministerio de Guerra, ocupado
precisamente por el general Rey. El gobierno clausura las Cortes sin dilucidarse
la reclamación de Alarcón y sin que se condene al autor del atentado.
Pedro Antonio de Alarcón renuncia a presentarse a las
siguientes elecciones, convocadas para el día 24 de agosto de 1872, al estar en
desacuerdo con el devenir del Régimen que él mismo había contribuido a crear interviniendo
personalmente en la batalla de Alcolea; como él decía castizamente “se me ha
ido la burra”. Posteriormente, durante
la Restauración de Alfonso XII, Alarcón
reanudó su carrera política como senador por Granada durante tres legislaturas.
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