Don José Aguilera López: el viejo que soñó con una juventud libre

Publicado el 28 II 2014 en  IDEAL

En  1882 se celebró un Madrid un decisivo congreso sobre  la reforma de la educación. Sorprende que la Junta Local de Primera Enseñanza y el ayuntamiento de Granada designaran como representante de la provincia a un maestro sexagenario, don José Aguilera López; pero es que no había nadie más entusiasta ni comprometido con la enseñanza popular que él, y ello a pesar de que existía un nutrido grupo de profesores del Instituto Provincial y de la Universidad ligados al republicanismo, entre los que destacan la figura deslumbrante de Rafael García Álvarez, director del instituto provincial; el mentor de Ángel Ganivet, Antonio González Garbín;  o el profesor de francés Serafín Noguera,  Luis Sansón, futuro alcalde de Granada; José Moreno, Antonio Iglesias, Mariano Gurria y Antonio López Muñoz. Todos ellos fueron a su vez profesores de Ángel Ganivet  en el Instituto o en la Universidad, y a ellos se referirá el escritor posteriormente para lamentar el estado de postración en que había devenido el instituto: El Instituto de Granada es una inmunda pesebrera. Se han ido o se han muerto los cinco o seis profesores buenos que había (Gurría, López Muñoz, García Álvarez) y no quedan más que escombros y sacristanes.


José  Aguilera López había nacido en Guadix el 18 de septiembre de 1819 en una familia de labradores. Como Pedro Antonio de Alarcón, es posible que estudiara las primeras letras  con el maestro  inolvidable don Carmelo Clavijo, a quien el novelista retratara en “Un maestro de antaño”. Con seguridad compartieron las clases de  don Tomás de Ávila y fray José Pablo Méndez Tomás Ávila, quienes preparaban  a los jóvenes accitanos para  obtener en Granada el título de bachiller.  Cuenta Ángel Arco, que mantuvieron siempre una afectuosa amistad, aunque la “fortuna veleidosa los separó más tarde, haciendo de Alarcón un genio y de Aguilera un humilde profesor de instrucción primaria” (Siluetas granadinas, 1892).

Se inició tardíamente en la enseñanza, después de una  discreta carrera militar, y en septiembre de 1849 estableció un Colegio de instrucción primaria  en la calle Cárcel Baja, con internado;  enseguida entendió la necesidad de  recuperar para la cultura a los jóvenes proletarios, por ello, en febrero de 1850, abrió una escuela nocturna  denominada “Colegio preparatorio para varias carreras”. En él, preparaba a los jóvenes  para  acceder a puestos oficiales y enseñaba a los obreros instrucción primaria; exigente y, a la vez, comprensivo  con la inconstancia y la apatía de muchos que no han querido o tenido valor para vencer las primeras dificultades”. A la vez, este incansable trabajador, impartía altruistamente clases nocturnas de instrucción y de caligrafía a las mujeres  en la Sociedad de Amigos del País,  en la calle Duquesa.

Después se trasladó al colegio de  San Andrés, en  el número 117 de la calle Elvira. Allí fundó  El Fomento de las Artes, a imitación de la escuela de adultos homónima creada en Madrid por la Institución Libre de Enseñanza. Se trata de un proyecto que tiene como objetivo principal impartir clases a jóvenes mayores de diecisiete años para favorecer la promoción profesional y social de los trabajadores con una pedagogía basada en el esfuerzo  (“  los triunfos fáciles y prontos ni son duraderos ni interesan, y si es verdad que todos los progresos han encontrado resistencias, no lo es menos que estas han cedido ante los esfuerzos de muchos “), el aprendizaje experimental y racional y la formación espiritual del alumno al margen de la religión, desde la convicción de que Dios se encuentra en la naturaleza y el trabajo, no en las iglesias. Pero también pretende otros objetivos, como promover el pensamiento progresista  (“la asociación y la libertad, esta hija de aquella, y ambas de una sola idea: la del progreso”)  y ofrecer a la clase obrera un lugar donde disfrutar del ocio cultural.

La escuela se abría para los obreros  todas las tardes; y los domingos, de 11 a 2. Estaba prohibido el consumo del alcohol y el fundador pedía comprensión para los alumnos  que abandonaban, enalteciendo el esfuerzo que suponía para los más perseverantes. El entusiasmo y  la tenacidad de su creador congregó alrededor del centro a los intelectuales progresistas de Granada, a quienes se pedía una cuota de cincuenta céntimos mensuales, a la vez que los comprometía a impartir conferencias semanales, algunas de ellas de gran repercusión (sobre darwinismo, la educación de la mujer, la lectura, republicanismo, etc.)

Aguilera  apremió a Juan Facundo Riaño, director general de Instrucción Pública, para que donara un lote de 550 libros para la biblioteca de la nueva sociedad. La existencia de “El Fomento” (1882-1895) no se explica solo con la entrega  de su fundador.  Comprometió en su proyecto a los profesores progresistas referidos antes. Las actividades de “El Fomento de las Artes” gozaron pronto de gran predicamento en la ciudad. Hasta la prensa de Madrid se hacía eco de ellas. En marzo de 1883 decía el diario El Norte:

“Es, en verdad, digno de admiración el espectáculo que ofrece diariamente aquella  sociedad, a cuyas modestas aulas acuden innumerables obreros a recibir con amor enseñanzas que, enalteciendo su espíritu, adiestrando su inteligencia, abriéndoles nuevos caminos, han de hacer más fecundo su trabajo, más próspera su vida y más alta la conciencia de sus derechos y de sus deberes. Aparte de este fin que cumple “El Fomento de las Artes” de Granada y que por sí sólo bastaría para recabar a favor de dicha institución el agradecimiento de los granadinos y la protección de cuantos se interesan por el mejoramiento de las costumbres públicas, es aquella sociedad palenque en el cual lucen sus talentos, aquilatan sus méritos y hallan nobles estímulos los hombres de ciencia, los cultivadores de las letras y los que buscan el modo de educarse en las lides oratorias, produciéndose por tal concepto en Granada un movimiento literario”.

En febrero de 1898, La Ilustración del Profesorado Hispano-americano dedicaba un extenso artículo con fotografía a glosar vida y obra del ilustre accitano. “Es José Aguilera un modelo perfecto de la hidalguía castellana y un acabado ejemplo del tesón español. [...], amigo del obrero y defensor de las clases desheredadas, ha prestado por sí solo, educando al jornalero y enseñándole sus derechos y deberes más beneficios a la causa de la libertad y de la civilización que muchos oradores furibundos en las asambleas revolucionarias. 
Su nieto fundó otro colegio con internado llamado Patriarca San José, donde estudió Melchor Fernández Almagro, quien recuerda que "en el colegio imperaba un régimen familiar", todos llamaban "don Pepe al director y dueño don José Rodríguez Aguilera, hombre buenísimo" y el joven Melchor se deleitaba "en la lectura de las Poesías selectas castellanas, recopiladas por don José Aguilera -abuelo de don Pepe- maestro también". Estuvo este colegio en la calle del Darro del Boquerón, 16 y en Niños Luchando, 20. Eran los alumnos "de tan abigarrada clase -unos, hijos de familia distinguida, cogollo de Granada; y otros, de gente baja, aunque no pobre".

En estos tiempos de zozobra en la educación es aleccionador aquel ejemplo de una generación que supo comprometerse con las necesidades de sus discípulos. A veces una persona sintetiza en su comportamiento las mejores calidades de la sociedad y logra con la potencia positiva de su ejemplo compometer a los  demás.  Es lo que ocurrió con don José Aguilera López y a su empeño de ofrecer a  las capas populares de su tierra los bienes  de la cultura con una pedagogía moderna que aspiraba a “la enseñanza integral de la que se hallan, por desdicha, generalmente tan necesitados, entre nosotros, los que se ejercitan en los últimos oficios rudos y mecánicos, como los que se consagran á las profesiones y oficios más sublimes y considerados” (Memoria final de curso, 1886).

Años después de la muerte del maestro, en febrero de 1913, Hermenegildo Giner de los Ríos, profesor como suhermano y diputado republicano por Granada, vino a la ciudad para celebrar el L aniversario de la proclamación de la I República y fue obsequiado en la estación de la avenida de Andaluces con la vieja espada de miliciano de don José Aguilera, a lo que el profesor y diputado respondió: "Cuando haya maestros que con el traje de miliciano enseñen a la juventud, habrá República. La espada entregada por usted, simboliza una Granada libre que triunfará siempre; quiera Dios que ese recuerdo haga resurgir una Granada nueva ".

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