De Madrid a Nápoles
(Publicado en El Ideal el día 13/08/2014)
Pedro Antonio de Alarcón es, sin duda, el gran escritor de
libros de viajes del siglo XIX. Habrá que esperar a Azorín, gran admirador de la obra del
accitano, para encontrar a otro escritor con tal vocación viajera, dotes de observación y capacidad para transmitir
las emociones al lector.
Alarcón quiso estudiar Derecho en Granada, pero, después de
unos meses de estancia en la capital, las estrecheces económicas familiares le
obligaron a volver a Guadix a estudiar Teología. Allí se atiborró de lecturas románticas,
inició todo tipo de empresas literarias,
vivió sus primeros devaneos amorosos e incubó el sueño de realizar viajes
exóticos. En todos sus libros de viajes mencionará esta ensoñación viajera de
su juventud. A no haber podido realizar estudios universitarios en Granada debe
Perico su afán viajero.
Con dieciocho años abandonó el hogar paterno y vivió en
Cádiz, en Sevilla, en Granada, en París y en Madrid, alojándose donde se
terciaba, en pensiones de mala muerte, en habitaciones prestadas o en casas
compartidas por jóvenes bohemios. Así aprendió a ver, a vivir, y a escribir. El
intrépido adolescente se educó observando los tipos, las miserias de los que le
rodeaban; sin haber pisado la
Universidad enriqueció su cultura entrando en todo tipo de ambientes. Su
simpatía, su generosidad, su osadía, le abrían todas las puertas.
Por eso habla
de «este
incomprensible y rápido viaje que, hasta parados y
aun dormidos, estamos
siempre haciendo los hombres», y reconocerá “mi
antiguo afán de esparcirme, de ver, de ser visto, de correr mundo, de
presenciar cuantos sucesos notables ocurrían en mi tiempo”. Huía para buscarse a sí mismo, porque, como
después formularía Walter Benjamin, Alarcón podía decir que “yo viajo para
conocer mi geografía”. En todos lados veía reflejados Guadix y Granada, y, a la vez, viajando, renueva y amplía el mundo
propio, integrando en él las experiencias que vive. Lo constatamos en De Madrid a Nápoles (1861).
Detrás del periodista intrépido y
risueño, estaba el espíritu vencido por la melancolía, al que dominaba el
recuerdo de su pueblo. Los artículos más reproducidos de su vida son La Nochebuena del poeta y Sin un cuarto,
y en ambos conjuga el retrato vivo de lo que ve con la melancolía por la
ausencia de su pueblo.
Cuando PAA disfrutaba, a pesar de su juventud, de prestigio
como cronista ("publicista", según el lenguaje de la época) en los principales diarios de
Madrid, su espíritu aventurero le llevó a alistarse como voluntario en el
ejército español que luchaba en la guerra de África y enviaba las crónicas a la
editorial Gaspar y Roig, que se convirtieron en un éxito editorial sin precedentes en
la literatura española y le granjearon prestigio y un golpe de fortuna
económico imprevisto.Se convirtió en el periodista de moda. Como Alarcón era un aventurero contumaz, decidió repetir la jugada
de la guerra de África en la guerra de Italia (“Vamos a
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Charles d'Yriarte |
Italia... Asistamos a la emancipación de ese
pueblo”). De aquí nació De Madrid a
Nápoles, que se convirtió en el libro de viajes más vendido en España en el
siglo XIX.
El 29 de agosto partió para París en busca de su amigo Charles d'Yriarte, un ilustrador
francés al que había conocido en la guerra de África, sobre la que el francés
había publicado, también con éxito, Sous
la tente, y que le acompañaría a Italia.
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La Rigolboche, bailarina |
Alarcón se siente deslumbrado por París, ciudad que ya había
visitado cinco años antes, enviado por el periódico El Occidente para cubrir la Exposición Universal, pero encontramos que el joven de veintisiete años que es
choca con el ambiente que juzga como libertino. Ahora el espíritu acomodaticio del
escritor se ve golpeado por la libertad de la sociedad de Napoleón III.
Confiesa que “entonces me convertí puritanamente de demócrata en conservador”.
El cancán le parece “un retozo bestial”
y la Rigolboche, estrella del Moulin Rouge, “fea y desvergonzada”.
No obstante, la descripción que hace de París (es el de
Baudelaire) es todavía hoy viva y amena. Destacan las descripciones de los paisajes de las villas de los
alrededores. El momento culminante del mes que vive en París es el encuentro
con Rossini, “el Dios músico”, con quien, por cierto, dice que departió
amistosamente hablando de Guadix y del jamón de la Alpujarra (Rossini hablaba
español por haber estado casado con la cantante madrileña Isabel Colbrán, tía, por cierto, de Julia Espín, la destinataria de algunas Rimas de Bécquer). Se
mostraba satisfecho porque en las tertulias a que acudía le llamaban
amistosamente “el moro”. También Charles d'Yriarte recrearía estos días de verdadera locura en sus memorias tituladas "Les femmes qui s'en vont", en las que le dedica un capítulo a su amigo ("Ta fiancée", en cuya dedicatoria le apremia a casarse: "ne tarde davantage, marie-toi, cher poete").
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Rossini |
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Isabel Colbrán |
Alarcón e Yriarte parten a Italia a
través de Suiza. Visita las regiones de Saboya, Turín, Milán, Venecia, Ferrara,
Parma, Génova, Florencia Roma y Nápoles. El relato del viaje a Italia es una
sucesión sabrosa de descripciones de las principales ciudades italianas,
plenamente vigentes y útiles para el turista actual; experiencias musicales y
visitas a museos, vivencias históricas de primera mano (trató a Cavour, al
Papa, al rey Victor Manuel, a Alejandro
Dumas, etc.), aventuras (visita clandestina al Capitolio vigilado por las
tropas francesas, el frustrado ascenso al Mont-Blanc o el conseguido al
Vesubio), avatares peligrosos y arriesgados (el tránsito por el Reino de
Nápoles, en plena guerra), nuevas
amistades, muchos encuentros con amigos españoles. En Génova se separan los dos amigos. A Yriarte le relevan como acompañantes sus amigos el empresario teatral Saz Caballero y Jussuf (de Génova a Roma) y el pintor Dióscoro Puebla (de Roma a Nápoles).

El autor declara que el libro contiene
“mil cosas insignificantes, pero que a mí me interesaron”. Huye del cliché turístico, por eso afirma "yo no escribo la Guía de Turín, sino mis propias impresiones"; prefiere "andar a la buena de Dios", " a merced de mi capricho".
En De Madrid a
Nápoles el lector se encuentra abrumado ante el rápido acontecer de los
hechos. Acontecimientos históricos vividos in
situ, anécdotas, bocetos, noticias, reflexiones, interpelaciones al lector
que muestran la polifacética labor del cronista. Todo está sujeto a sus sagaces
comentarios, cafés, teatros, bibliotecas, iglesias, museos, plazuelas, calles, hospitales,
vestimenta, gastronomía, y numerosas evocaciones literarias (Byron es su
modelo). Escrito con el estilo apasionado de Alarcón, el libro es a la vez realista
e idealista. Él afirma, contradictoriamente, que “las confidencias del viajero
deben parecer fotografías escritas”, pero aconseja mirar “más con la fantasía
que con los ojos”. Así en la basílica de San Pedro, el 25 de diciembre, admira
y detalla la magnificencia del templo, y juntamente redacta la mejor y más
emocionada descripción hecha nunca de Guadix (capítulo X. VII).
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Alfieri |
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Maistre |
Por eso, en Turín Alarcón se apresura a buscar las tumbas
de cuatro ídolos de su juventud: José de Maistre,
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Pellico |
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Gioberti |
Silvio Pellico, el abate
Gioberti y Víctor Alfieri (“sus almas habían ido a buscarme a Guadix”); al
pasar por el Simplon recuerda haber visto en Guadix de niño la representación
de la obra de Ventura de la Vega Los
perros del monte San Bernardo; en Pavía discute con un confitero de Pavía
la superioridad de los pasteles de Guadix. Las comparaciones son continuas. La
catedral de Milán es similar en belleza a la Alhambra; lord Byron es a Venecia
lo que Zorrilla a Granada; el Mediterráneo visto desde la costa adriática le
evoca el del extremo opuesto de Motril o Almería; la basílica de San Marcos es
una mezcla de la catedral de Toledo y la Alhambra; en Ferrara, el trayecto
desde el hotel al teatro le recuerda Guadix por la noche; al ver las torres
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Torres de Bolonia |
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Albani. Bautismo de Cristo |
inclinadas de Bolonia dice que las había visto en su niñez reproducidas en libros de su catedrático de Física (evidente licencia literaria que en Guadix hubiera un catedrático de Física); en la catedral de la misma ciudad contempla sorprendido el cuadro original de Albani, del cual hay copia en el Sagrario de de Guadix, ssobre la pila donde fue bautizado (desaparecido en la guerra civil); brota otro recuerdo de su infancia al ver en Luca los santi boniti barati, las pequeñas figuras
de barro y yeso que vendedores ambulantes llevaban a Guadix; igual que en la Plaza de
España de Roma evoca los altares que los niños ofrecían a la Virgen en la
fiesta de la Inmaculad; en su encuentro con el Papa Pío IX
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Pío IX |
le habla de San
Torcuato y los Siete Varones Apostólicos, historia conocida por el pontífice; ante el sepulcro de Pío VII
recuerda a un paisano de Guadix que lo conoció, como relata Alarcón en Viva el Papa; la panorámica de Nápoles y
el Vesubio es como Granada y la Alhambra; los higos de Ischia le recuerdan a
los de Turón y el vino de Capri a “los buenos mostos andaluces”; y se emociona cuando sabe que su mensaje
recorrerá “toda la Italia, toda la Francia, toda la España, había cruzado por
Florencia, Turín, París, Madrid, y
tantas otras grandes capitales, desdeñándolas y dejándolas atrás, y diciéndolas
arrogantemente: ¡Paso! ¡paso! ¡Voy a Guadix!”
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Regreso de Alarcón. La Época 14-II-1861 |
La obra consta de once capítulos o libros: I. Francia, II. Saboya y Suiza, III. El Piamonte, IV. La Lombardía, V. El Véneto, VI. Las Legaciones, VII. Módena y Parma, VIII. Génova, IX. La Toscana, X. Roma, y XI. Nápoles.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/de-madrid-a-napoles--2/html/
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