EL SOMBRERO DE TRES PICOS EN SU ANIVERSARIO
(publicado en IDEAL el 03/08/2015)
El 2 de agosto de 1874 aparecieron los primeros
capítulos de “El sombrero de tres picos” en la Revista Europea, y a lo largo de
dicho mes siguió publicándose la novela en forma de folletín. En septiembre se
editó
en forma de libro y no dejó de reeditarse en vida del autor, hasta en once ocasiones. La novela cautivó inmediatamente a los lectores por la gracia de los personajes, el interés de la trama y la multitud de datos sustanciosos de la vida cotidiana de un pueblo como Guadix en el siglo XIX, motivos que siguen atrapando al lector actual. A mí, por ejemplo, me intrigan menudencias; por ejemplo, cómo orinaban los curas en las tapias, o cómo los boquerones frescos pudieron formar parte de la dieta habitual en Guadix en el siglo XIX, aunque el dato nos lo confirma don Manuel de Góngora, arqueólogo y amigo de Alarcón, que también dice que los saboreaba en la fonda de Ochoa, en la puerta de San Torcuato, mientras trabajaba en las excavaciones de Gorafe. También Eduardo Soler en su "Sierra Nevada, las Alpujarras y Guadix" (1903) describe cómo "En los meses del verano los pescaderos son losúnicos que atraviesan el Puerto, llevando la carga con mulos pequeños, andarines y seguros, con los cuales hacen jornadas inverosímiles desde la playa al puerto,en cuya venta suelen descansar algunas horas para continuar al Marquesado o hasta Guadix en la misma jornada, y, alguna vez, tomando desde el Puerto sendas que les lleven a Baza". Como estos son múltiples los detalles encantadors de la vida cotidiana de la época que nos suministra el amenísimo novelista accitano.
en forma de libro y no dejó de reeditarse en vida del autor, hasta en once ocasiones. La novela cautivó inmediatamente a los lectores por la gracia de los personajes, el interés de la trama y la multitud de datos sustanciosos de la vida cotidiana de un pueblo como Guadix en el siglo XIX, motivos que siguen atrapando al lector actual. A mí, por ejemplo, me intrigan menudencias; por ejemplo, cómo orinaban los curas en las tapias, o cómo los boquerones frescos pudieron formar parte de la dieta habitual en Guadix en el siglo XIX, aunque el dato nos lo confirma don Manuel de Góngora, arqueólogo y amigo de Alarcón, que también dice que los saboreaba en la fonda de Ochoa, en la puerta de San Torcuato, mientras trabajaba en las excavaciones de Gorafe. También Eduardo Soler en su "Sierra Nevada, las Alpujarras y Guadix" (1903) describe cómo "En los meses del verano los pescaderos son losúnicos que atraviesan el Puerto, llevando la carga con mulos pequeños, andarines y seguros, con los cuales hacen jornadas inverosímiles desde la playa al puerto,en cuya venta suelen descansar algunas horas para continuar al Marquesado o hasta Guadix en la misma jornada, y, alguna vez, tomando desde el Puerto sendas que les lleven a Baza". Como estos son múltiples los detalles encantadors de la vida cotidiana de la época que nos suministra el amenísimo novelista accitano.
Pero la novela tiene más enjundia ideológica e histórica.
Don Eduardo Gasset ya señaló que “Esta novela no tiene par en la literatura
española” y advirtió sorprendentemente que supone una crítica a “las costumbres
hipócritas de una época de opresión religiosa”, viendo más allá de un cuadro
cómico y pintoresco.
En el aniversario de la edición de la novelita, hemos
de recordar que se escribe en plena
efervescencia revolucionaria, unos meses antes del golpe de estado del general
Martínez
Campos. Y que la Revista Europea era el órgano de los liberales que dos años después mantendría la fidelidad al autor accitano al obsequiar a sus suscriptores con su nueva novela: “El escándalo”. Todavía Alarcón no había pronunciado su discurso de ingreso en la Academia sobre “La Moral y el Arte”, que le valió la repulsa de los escritores liberales del país y su arrinconamiento al pelotón de sus rivales reaccionarios.
Campos. Y que la Revista Europea era el órgano de los liberales que dos años después mantendría la fidelidad al autor accitano al obsequiar a sus suscriptores con su nueva novela: “El escándalo”. Todavía Alarcón no había pronunciado su discurso de ingreso en la Academia sobre “La Moral y el Arte”, que le valió la repulsa de los escritores liberales del país y su arrinconamiento al pelotón de sus rivales reaccionarios.
En 1874 España se encontraba en plena convulsión
política, había fracasado la alternativa de
Amadeo de Saboya y la República
naufragaba sin que pudiera adivinarse la solución al caos. En esta guerra
ideológica entre el Antiguo Régimen y los movimientos burgueses, la propuesta de la novela de Alarcón sintetizaba el ideal burgués del hombre moderno en un argumento de ligero
sainete. Este mismo año Alarcón expresaba en “La Alpujarra” su confianza
en “la bondad abstracta de las nobles,
justas y sinceras ideas” de los políticos demócratas.
El reconocimiento obtenido por “El sombrero de tres
picos” de forma unánime se debe sin duda a la representación que hace de forma
novelesca del individuo moderno, liberado del espíritu servil del Antiguo
Régimen, el mismo espíritu que desgraciadamente perduraría en la Andalucía caciquil hasta el
franquismo, en pleno siglo XX. Y es que los felices e ingeniosos protagonistas
de la novela viven conforme a su propio
código moral de forma independiente,
ajenos a las convenciones a que se someten sus asustadizos y pusilánimes
convecinos. Incluso se burlan y se
aprovechan de los poderes tradicionales, personificados en el obispo y el
corregidor. Nada menos que los representantes de la Iglesia y del Rey.
La acción de la novela transcurre en Guadix y Alarcón dice haberla oído contar a un
pastor en el transcurso de las fiestas que celebran una boda en una cortijada.
El famoso molino donde transcurre la mayor parte de la acción es un lugar
idílico. Está situado a algo más de un kilómetro de la ciudad, en la
confluencia del río y la rambla del Lagar, posiblemente la actual rambla del
Patrón. El molino tiene una placeta
sombreada por un benéfico parral y está generosamente abastecido por una
primorosa huerta y cuidado invernadero y un estanque rodeado por un jazmín que protege los baños diarios de los
protagonistas, un hábito insólito en la
época; a decir del novelista Valera,
incluso es raro en Madrid que la gente se asee diariamente.
La laboriosidad, el ingenio, el esfuerzo y la
iniciativa de los dos protagonistas, sin
división de trabajo, a la par, les impulsa a rodearse de estas comodidades, de un ambiente confortable según un espíritu
extravagante en la estrecha y sufrida mentalidad de la época, restringida por las convenciones religiosas,
la servidumbre a los amos y la atención
a las leyes mojigatas del qué dirán. Y sus hábitos liberales escandalizan a los cristianos de la ciudad. Esta
es la lección moral revolucionaria de la obra.
La relación en este sentido con la pareja de “La
zapatera prodigiosa” de García Lorca es evidente. Las dos parejas son incomprendidas y
envidiadas. No es el único parecido, pues también coinciden en sus reacciones y
las intervenciones del coro (en ambas obras se refieren a ellos con el término
castizo de “el señorío”). También Falla
supo advertir la superioridad moral de los desenfadados y joviales
protagonistas.
Todavía los lectores actuales admiramos el hedonismo
y el compromiso moral de la novela y el vitalismo materialista que preconizan
el tío Lucas y la señá Frasquita, y que
no consigue traicionar el autor con el añadido del epílogo moralizador de la
novela vía consejos pacatos impartidos por el obispo a la molinera (le pide que
se suba el escote y se cubra los brazos). La lección que se impone es
contundente. La novela es un ameno cuadro que invita a vivir el amor basado en
el mutuo respeto, disfrutar de los bienes de la naturaleza en provecho propio y
burlarse y despreciar a los poderosos; a pesar de la insistencia en peregrinas concesiones morales del autor.
Es una propuesta vital coherente y rebelde en la época, absolutamente
irreverente contra los que detentan el poder, que quedan manifiestamente
desautorizados.
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