Tres días en París con Pedro Antonio de Alarcón
I
Los bulevares de París
Los bulevares de París
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Gare de Lyon |
alienado.
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Tumba de Balzac |
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Plaza de los Vosgos. Casa de Victor Hugo |
Lo primero que le asombra al llegar
es el “número de máquinas y coches,”, “la cantidad de rails, traviesas, carbón
y otras materias”, “¡Asombraba una suma tal de productos de la tierra!”.
Este alarde de la sociedad industrial le provoca la siguiente reflexión acerca
de la sostenibilidad de tal transformación:
“Y como siempre que contemplo semejantes acopios, entrome miedo acerca
del porvenir, o sea miedo de que lleguen a agotarse minas y bosques, y de que
nuestros hijos se encuentren con una naturaleza exhausta.”
que el hombre pudiese acumular ni consumir
Sigue por Saint Martin y Saint Denis (donde, como bien observa Alarcón, se conservan dos de las antiguas puertas de París, en forma de arcos de triunfo dedicados a Luis XIV). Era y sigue siendo una zona de gran actividad teatral. En el Theatre Porte de Saint-Martin, todavía en pie, estrenó el también granadino Francisco Martínez de la Rosa el 19 de julio de 1830 su Aben Humeya, la primera obra romántica española.
Al comenzar el bulevar Bonne Nouvelle, atraviesa la rue Mazagran, donde se encontraba el hotel des Deux Continents, en el que se alojará posteriormente, en 1900, Pérez Galdós. A continuación pasa sucesivamente por los bulevares Poisonniere, cerca, en “los Establecimientos de Bouillon había reverenciado aquella gran caldera llena de sopa, en torno de la cual se agitan al anochecer millares de parroquianos que comen, como quien dice, mecánicamente”;
Montmartre (donde se
contempla una admirable perspectiva
del Sacre Coeur en la confluencia con la rue Laffitte), los Italianos (en donde el turista granadino se
verá sorprendido por el edificio que servirá de modelo al construido por Ángel Casas y es la actual sede de la
Caja Rural
enfrente de Cortefiel en la Gran Vía de Granada) y, por último,
desemboca en el Boulevard des Capucines.
A lo largo de este trayecto subraya Alarcón que ha ido pasando de los edificios, teatros, tiendas modestas a las más lujosas, transición que simboliza con el cambio del viejo estaminet al café moderno. Por fin llega a su hotel, el Hôtel de l’Empire, que le había sido recomendado por un compañero del tren. El hotel, hoy desaparecido, estaba en un lugar privilegiado, en la calle nueva de San Agustín (actual rue Daunou) y había sido palacio del banquero Laborde, guillotinado durante la Revolución. Estaba junto al actual Hotel Scribe.
La manzana desaparecerá al sufrir la calle una importante remodelación con la
abertura de la avenida de la Ópera del plan del barón Haussmann. Está muy cerca
de la Madeleine, la plaza Vendôme o la rue Cambon (donde años después vivirá otro
escritor español, Pío Baroja).
A partir del día siguiente inicia lo que llama “mis paseos artístico-filosóficos por París", que explican de forma sintética su impresión de la ciudad en la que residirá mes y medio y que comienzan con la identificación de París con Babel, lo mismo que en este mismo momento hace Baudelaire: que describe la ciudad como “Babel d'escaliers et d'arcades,/ C'était un palais infini” (Rêve parisien) en su obra Les fleurs du mal.
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Columna de Julio |
Afirma, sin embargo,
“desechemos ahora toda idea seria… Ha llegado el momento de perder la cabeza y
hasta el corazón. ¡Lectores de novelas, con vosotros hablo!”.
Al salir de la estación le sorprende la confluencia de
amplias calles embaldosadas, los altísimos edificios, las tiendas y la muchedumbre, que inmediatamente le
evoca, por contraste “Mi remoto y sosegado pueblo”.
Desde la estación se
dirige en un carruaje al hotel de la rue Neuve de Saint Augustin, distante
cinco kilómetros, a través de los cuales cruza París. Asciende primero por la
rue de Lyon hasta la plaza de la
Bastilla, que el viajero actual puede recorrer
a pie por el agradable camino verde llamado Coulée verte René-Dumont construido sobre
un antiguo viaducto ferroviario abandonado (y quizá le apetezca desviarse antes unos metros, hacia el pont d'Austerlitz, y visitar la pizpireta rue Cremieux). En la Plaza de la Bastilla admira
la Columna de Julio coronada con el
Genio de la Libertad, que a Alarcón le sugiere la melancólica reflexión de que parece dispuesta a volar y abandonar la
ciudad (no olvidemos que se encuentra bajo el dominio del Segundo Imperio,
odioso a los ojos del autor, que dice de
los emperadores franceses: “El difunto era una violencia; su heredero es una
enfermedad”.
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Promenade Plantée |
Siguen el cochero y el
viajero por los boulevares de
Beaumarchais y del Temple hasta la
actual Plaza de la República, que entonces estaba en construcción, siguiendo el plan de Haussman, en lo que
hasta entonces era una calle llena de pequeños teatros populares, muchos de los cuales subsisten hoy
en las inmediaciones de la plaza. El centro lo ocupaba entonces una modesta fuente, pues
el monumento de la Mariana será inaugurado en 1884 como homenaje a la III
República.
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Bouillon Chartier |
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Rue Mazagran (Hotel de Galdós) |
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Rue Laffitte |
Sigue por Saint Martin y Saint Denis (donde, como bien observa Alarcón, se conservan dos de las antiguas puertas de París, en forma de arcos de triunfo dedicados a Luis XIV). Era y sigue siendo una zona de gran actividad teatral. En el Theatre Porte de Saint-Martin, todavía en pie, estrenó el también granadino Francisco Martínez de la Rosa el 19 de julio de 1830 su Aben Humeya, la primera obra romántica española.
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Porte Saint Martin |
Porte Saint Denis |
Al comenzar el bulevar Bonne Nouvelle, atraviesa la rue Mazagran, donde se encontraba el hotel des Deux Continents, en el que se alojará posteriormente, en 1900, Pérez Galdós. A continuación pasa sucesivamente por los bulevares Poisonniere, cerca, en “los Establecimientos de Bouillon había reverenciado aquella gran caldera llena de sopa, en torno de la cual se agitan al anochecer millares de parroquianos que comen, como quien dice, mecánicamente”;
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Pissarro. Bulevar de Montmartre |
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Rue Daunou |
A lo largo de este trayecto subraya Alarcón que ha ido pasando de los edificios, teatros, tiendas modestas a las más lujosas, transición que simboliza con el cambio del viejo estaminet al café moderno. Por fin llega a su hotel, el Hôtel de l’Empire, que le había sido recomendado por un compañero del tren. El hotel, hoy desaparecido, estaba en un lugar privilegiado, en la calle nueva de San Agustín (actual rue Daunou) y había sido palacio del banquero Laborde, guillotinado durante la Revolución. Estaba junto al actual Hotel Scribe.
La manzana desaparecerá al sufrir la calle una importante remodelación con la
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Rue Neuve de Sant Augustin |
A partir del día siguiente inicia lo que llama “mis paseos artístico-filosóficos por París", que explican de forma sintética su impresión de la ciudad en la que residirá mes y medio y que comienzan con la identificación de París con Babel, lo mismo que en este mismo momento hace Baudelaire: que describe la ciudad como “Babel d'escaliers et d'arcades,/ C'était un palais infini” (Rêve parisien) en su obra Les fleurs du mal.
De
la plaza de la Concordia dice que es “el
paraje principal del universo” y lo compara al recibidor
de una casa, que sería París; era una inmensa planicie, más extensa que ahora, limitada por el Arco de la Estrella, el Palacio del Louvre, donde vivía el emperador Napoleón III; la Madeleine y la Asamblea Nacional.
Aún no se habían construido el Petit Palais ni el Grand Palais, que ahora podemos admirar y que se estrenarán para la Exposición Universal de 1900, ni la mayor parte de los edificios de los Campos Elíseos, en cuyo lugar dice que solamente había una frondosa alameda; en cambio, todavía subsistía de la Exposición de 1855 el Pabellón de la Industria, hoy desaparecido. Consigna Alarcón que esta plaza ha sido llamada alternativamente de Luis XVI y de la Revolución. El lugar del obelisco erigido por Luis Felipe estuvo ocupado por la guillotina y una estatua alegórica de la libertad.
de una casa, que sería París; era una inmensa planicie, más extensa que ahora, limitada por el Arco de la Estrella, el Palacio del Louvre, donde vivía el emperador Napoleón III; la Madeleine y la Asamblea Nacional.
Aún no se habían construido el Petit Palais ni el Grand Palais, que ahora podemos admirar y que se estrenarán para la Exposición Universal de 1900, ni la mayor parte de los edificios de los Campos Elíseos, en cuyo lugar dice que solamente había una frondosa alameda; en cambio, todavía subsistía de la Exposición de 1855 el Pabellón de la Industria, hoy desaparecido. Consigna Alarcón que esta plaza ha sido llamada alternativamente de Luis XVI y de la Revolución. El lugar del obelisco erigido por Luis Felipe estuvo ocupado por la guillotina y una estatua alegórica de la libertad.
Detrás del Arco de la
Estrella está el bosque de Bolonia, donde un día vio pasear a la duquesa de
Alba, con su madre, enferma (probablemente de leucemia). Al otro lado del río se adivina el
Palacio Borbón, sede de la Asamblea y los Inválidos, que desde 1840 albergaban
los restos “del hombre más extraordinario que ha cruzado por la tierra”.
Del Sena destaca los
puentes de la Concordia, los Inválidos Alma y Solferino. No estaba construido
el más suntuoso, el de Alejandro III. La aguda visión del escritor da cuenta
del uso frecuente de los barcos del Sena como lavanderías, son los famosos
bateaux-lavoirs tema socorrido entre los pintores impresionistas.
La calle Rivoli estaba en
construcción y sustituye a las callejuelas que bordeaban amenazadoras el
palacio del Louvre, donde entonces residían Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo. Enumera a continuación
lugares destacados en la vida intensa de París: el Panorama, el Hipódromo, la
Polichinela, el Chateau des Fleurs o el Mabille, un lupanar, como él dice, que
frecuentará el joven escritor en su estancia en París, en la muy popular entonces, y hoy selecta calle Montaigne.
Es significativo que el París de Alarcón sea el de los modernos bulevares, en detrimento del Barrio Latino, entonces más aristocrático, y elocuentemente ignorado por el novelista. Baroja pone en boca de un personaje del Segundo Imperio en Los últimos románticos: "Viven en el faubourg Saint-Germain a la antigua. Visitan a sus amistades y sienten un profundo desdén por el París boulevardier, al que solo consideran bueno para los extranjeros, los advenedizos, los americanos y los negros… Ahora, que el bulevar se venga de todos nosotros no haciéndonos caso."
Es significativo que el París de Alarcón sea el de los modernos bulevares, en detrimento del Barrio Latino, entonces más aristocrático, y elocuentemente ignorado por el novelista. Baroja pone en boca de un personaje del Segundo Imperio en Los últimos románticos: "Viven en el faubourg Saint-Germain a la antigua. Visitan a sus amistades y sienten un profundo desdén por el París boulevardier, al que solo consideran bueno para los extranjeros, los advenedizos, los americanos y los negros… Ahora, que el bulevar se venga de todos nosotros no haciéndonos caso."
II
La isla de Chatou
La isla de Chatou
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Rue des Martyrs |
Al día siguiente decide
Alarcón buscar a su amigo Charles Iriarte, escritor y pintor; antiguo compañero en la guerra de África y traductor al francés de El final de Norma. Gran viajero y conocedor de lugares exóticos entre los que figura Granada. Sabemos que en 1869, según el anuario de los escritores, vivía en rue des Martyrs, 13, en el camino de Montmartre. Va a buscarlo a su casa, pero le dicen que está en el campo, en Chatou,
y Alarcón se apresura a ir a su encuentro en tren.
Al mediodía llega a la pequeña villa situada al oeste de París. Aunque tiene pensado pasar allí una tarde, el lugar le seduce tanto que está cuatro días. Iriarte y Alarcón fueron pioneros de una ruta turística muy frecuentada actualmente y muy recomendable: el departamento de las Yvelines.
Chatou es un pueblo situado a dos leguas de París, y por nueve sous, el tren lo lleva desde Montparnasse en quince minutos. Traducido a términos actuales, la línea A del RER, que puede cogerse casi en cualquier estación de metro, en dirección a Saint Germain en Laye nos conduce a la estación de Chatou-Croissy al este de París por cuatro euros.
Estos pueblos de las afueras estaban empezando a ser descubiertos y utilizados como lugar de esparcimiento para los jóvenes parisinos. En 1857 Courbet había escandalizado con el cuadro que exhibía a dos jóvenes señoritas echando la siesta a orillas del Sena; una de ellas relajada y muy ligeramente deshabillée (le critican que tiene la camisa arrugada y la falda levantada), en cambio, la que guarda más la compostura está notoriamente aburrida.
En 1863, Manet expondrá su famoso Almuerzo en la hierba, que lógicamente provocó aún mayor rechazo.
Manet se instaló en la aldea próxima de Saint Michel en las décadas de los 70 y 80. Atrajo a una importante colonia de artistas impresionistas. Hoy 30 reproducciones de cuadros de autores impresionistas jalonan el paseo al que nos invita Alarcón.
Siguiendo la acera a
orillas del Sena podemos ir al barrio donde estaba la casa de Iriarte, que tenía en la
planta baja una lavandería industrial, cuya dueña, como se sorprende Alarcón,
vivía en París y hasta tenía carruaje propio o, dicho con sus palabras,
“arrastraba coche”.
Al mediodía llega a la pequeña villa situada al oeste de París. Aunque tiene pensado pasar allí una tarde, el lugar le seduce tanto que está cuatro días. Iriarte y Alarcón fueron pioneros de una ruta turística muy frecuentada actualmente y muy recomendable: el departamento de las Yvelines.
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Río Sena a su paso por Chatou |
Chatou es un pueblo situado a dos leguas de París, y por nueve sous, el tren lo lleva desde Montparnasse en quince minutos. Traducido a términos actuales, la línea A del RER, que puede cogerse casi en cualquier estación de metro, en dirección a Saint Germain en Laye nos conduce a la estación de Chatou-Croissy al este de París por cuatro euros.

En 1863, Manet expondrá su famoso Almuerzo en la hierba, que lógicamente provocó aún mayor rechazo.
Alarcón describe
detalladamente el recorrido que hace por las calles de Chatou, que el
viajero actual puede reproducir sin dificultad con un poco de imaginación.
La estación desembocaba
entonces en una alameda que conducía a la iglesia del pueblo. Hoy encontramos
al pie de la estación una plaza confortable y a la derecha, una calle en una
urbanización de casas con jardín nos lleva a la iglesia neogótica, que dista
menos de un kilómetro de la estación, donde Alarcón se sintió reconfortado.
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Chatou Le lavoir |
El lector actual puede
cruzar ahora el río por detrás de la iglesia y se encontrará en un bello paraje
la
Maison Fournaise, el mítico restaurante
que frecuentaban los pintores impresionistas y que Renoir inmortalizó en
El almuerzo de los remeros que reproduce la alegría de esta reputada guingette
o taberna popular. Se trata de la isla de Chatou, que por donación del marqués
d’Aligre, es propiedad del municipio y donde
no es posible construir. A una
taberna como esta, pero creemos que situada más al norte, fueron los amigos,
pues el puente del ferrocarril queda a la izquierda del punto descrito por
Alarcón. En 1860 aún no existía el puente peatonal y para cruzar el Sena
utilizaban los servicios de un pescador, Luis, que los lleva a la taberna de
Maurice, una barraca de madera construida sobre el río para no contravenir las
condiciones del marqués d’Aligre, que había donado la isla a la ciudad con la condición de que jamás se construyera nada en sus tierras.

Para hacer el camino de
vuelta coge un ómnibus para cincuenta personas y tirado por un caballo, que lo
lleva a la estación de Rueil pasando por Malmaison, en cuya travesía recuerda Alarcón que
existe el palacio donde murió Josefina Bonaparte y en el que entonces vivía María Cristina de Borbón, la madre de la reina de España, que se lo había comprado al rey Luis Felipe y que hoy es visitable para el turista.
III
Campos Elíseos
Al día siguiente una noticia aciaga ensombrecerá su estancia en París. Ocho días después de haber
visto a la duquesa de Alba con su madre, doña Manuela, en el bosque de Bolonia, se entera Alarcón de que la granadina está agonizando y se acerca a su palacio, situado en la actual rue Lincoln (antes rue d’Albe), esquina con la avenida de los Campos Elíseos, 73.
En la calle hay
una orquesta Musard y la popular Paca, Francisca de Sales Portocarrero, fallece en el momento en que están
interpretando (de forma sospechosamente oportuna, ¿licencia poética?) "Tu che a Dio spiegasti l'ali", el aria final de Lucia de Lammermoor, que tiene un carácter especialmente fúnebre.
Alarcón entró en el palacio a despedirla y dos días después asistió a su funeral en la Madeleine, al que no pudo asistir su hermana, la emperatriz Eugenia de Montijo, que se encontraba en Argelia de viaje oficial con su esposo.
Muy cerca, en el número 19 de la Avenue Kleber, donde ahora se halla el exclusivo hotel The Peninsula Paris, se alojó durante su exilio (1868-1904) la reina Isabel II. Entonces se conocía como el Palacio de Castilla y fue comprado por la reina al aristócrata ruso Alexander Basilewski..
Para finalizar, Alarcón vuelve al estilo que había prometido abandonar (“las cosas serias”) y hace una detallada reflexión sobre la moda realista en la música (“la armonía imitativa, la onomatopeya”), y en la novela (“la novela había encontrado una servil imitación de la realidad, la fotografía del vulgo, la prosa de la vida elevada á la categoría del romance”).
“¡Oh!, sí: desde que el
hombre tomó la administración de sus intereses; desde que dejó de esperarlo
todo de la gracia de Dios; desde que vive por su cuenta, la sociedad se halla
mucho mejor organizada, todo marcha perfectísimamente, y la humanidad es tan
feliz que da gloria pensar en ello”
Y concluye Alarcón, “Y aquí termina mi cuadro de la vida de París." El día 14 de octubre parten Alarcón e Iriarte para Italia, que está en plena guerra civil.
(Pedro Antonio de Alarcón volverá a París, con su amigo, el malogrado aventurero Benjamín Fernández Vallin, en diciembre de1866, tras haber sido desterrados por firmar, junto a otros 120 diputados unionistas, una protesta dirigida a la reina y al gobierno de Narváez y González Bravo; pero no dejó ningún testimonio literario de esta tercera estancia suya en París).
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Isla de Chatou. Maison Fournaise |
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Renoir. Almuerzo de los remeros |
Los hijos del pescador Maurice van cada día andando a la escuela de Bougival, distante un cuarto de legua, y
también un lugar mítico en la pintura impresionista.
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Puente de Chatou. Renoir |
En la glorieta de la taberna de Maurice comen con otras dos jóvenes que allí se encuentran y cuya libertad de
costumbres y desinhibición moral escandalizan a Alarcón. Alice y Lucile
producen un fuerte trauma en la mente de Alarcón, hasta el punto de que, a
juicio de Azorín, este momento supone un punto de inflexión en la ideología del
escritor. De hecho, a pesar del entusiasmo que transmiten estas páginas, luego
recordará esta experiencia con “tedio y abominación”, de forma inexplicable.
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Celle Saint Cloud |
Van paseando hasta la
vecina localidad de Celle Saint Cloud, situada según Alarcón a legua y media de
la casa Maurice (unos seis kilómetros), y en un restaurante almuerzan, ríen y juegan al billar
los cuatro jóvenes. Como vuelven tarde, Alarcón pasa la noche en la casa de
Iriarte con el propósito de volver al día siguiente a París en el tren de las diez. Sin embargo
lo idílico del lugar le hace permanecer tres días más en Chatou. Acuden a misa
en Bougival, donde Alarcón ve sorprendido que las sillas del templo tienen
nombre, como abonados en un teatro, y que un acomodador vigila. Cerca de
Bougival, a media legua, visita la casa que se hizo construir Alejandro Dumas,
llamado el palacio de Montecristo. Más adelante, en los años 80, cuando Yriarte sea un severo hombre de estado, comprará y vivirá en una casa dela villa de Saint Cloud, más cerca de París, en la avenida de Montretout, donde fue vecino del músico Gounod, con quien mantuvo una estrecha amistad. Fue su confidente durante la trabajosa composición de la ópera Polyeucte (France Musicale de 3 de enero de 1869) .

Iglesia de Nôtre Dame. Bougival |
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Castillo de Malmaison |
Al volver a París se encuentra con Giorgio Ronconi,
el tenor italiano que vivió en el Carmen Buenavista en
Granada con su amante, la malagueña Antonia Onrubia Navarrete, que había acogido las
veladas de la Cuerda Granadina, donde era conocido en broma como el Ropones, nombre de otro cantante famoso, un cantaor del Sacromonte. El famoso tenor lo invita a una fiesta a la que deberá acudir de etiqueta; le depara la sorpresa de llevarlo a comer a la casa nada menos que de su ídolo, Rossini, en una velada
inolvidable.
En la
plaza de la Madeleine, cerca de su hotel, cogen un coche que los lleva a
la Estación del Oeste (actualmente llamada de Montparnasse) donde toman un tren que los deja en Passy, sin que Alarcón sepa todavía quién es su anfitrión.
Passy era un pueblecito donde tenían sus maisons de campagne algunos grandes burgueses y multitud de artistas; allí habían vivido unos meses en 1832 el ídolo de Alarcón, Espronceda, con Teresa Mancha, a la que había seducido en el hotel Favart (que existe todavía), huyendo del marido de esta.
En Passy entran en un pequeño palacio donde encuentra a una veintena de invitados alrededor de “un viejo alto, grueso, fuerte, con gran peluca rubia, y unas ligeras patillas blancas, sin un hueso en la boca, de grandes y nobles facciones y ojos muy vivos y penetrantes.
Vestía un rendingol castaño, de alto cuello; ancho corbatín de forma antigua y holgado pantalón oscuro. Llevaba en el ojal el botón de la Legión de Honor. Tenía en la mano una caja de rapé, y su voz era destemplada, dominante y agresiva” que pronto identifica con el compositor italiano. A algunos de los asistentes, cantantes y músicos, los reconoce Alarcón por haberlos podido ver en Madrid.
Rossini hablaba bien español por haber estado casado con la cantante madrileña Isabel Colbrand (tía, por cierto, de Julia Espín Colbrand, musa de Bécquer).
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Giorgio Ronconi, el Ropones |
En la
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Antigua Estación del Oeste (Montparnasse) |
Passy era un pueblecito donde tenían sus maisons de campagne algunos grandes burgueses y multitud de artistas; allí habían vivido unos meses en 1832 el ídolo de Alarcón, Espronceda, con Teresa Mancha, a la que había seducido en el hotel Favart (que existe todavía), huyendo del marido de esta.
En Passy entran en un pequeño palacio donde encuentra a una veintena de invitados alrededor de “un viejo alto, grueso, fuerte, con gran peluca rubia, y unas ligeras patillas blancas, sin un hueso en la boca, de grandes y nobles facciones y ojos muy vivos y penetrantes.

Vestía un rendingol castaño, de alto cuello; ancho corbatín de forma antigua y holgado pantalón oscuro. Llevaba en el ojal el botón de la Legión de Honor. Tenía en la mano una caja de rapé, y su voz era destemplada, dominante y agresiva” que pronto identifica con el compositor italiano. A algunos de los asistentes, cantantes y músicos, los reconoce Alarcón por haberlos podido ver en Madrid.
Rossini hablaba bien español por haber estado casado con la cantante madrileña Isabel Colbrand (tía, por cierto, de Julia Espín Colbrand, musa de Bécquer).
Al día siguiente una noticia aciaga ensombrecerá su estancia en París. Ocho días después de haber
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Antigua rue d'Albe |
visto a la duquesa de Alba con su madre, doña Manuela, en el bosque de Bolonia, se entera Alarcón de que la granadina está agonizando y se acerca a su palacio, situado en la actual rue Lincoln (antes rue d’Albe), esquina con la avenida de los Campos Elíseos, 73.
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Duquesa de Alba |
Alarcón entró en el palacio a despedirla y dos días después asistió a su funeral en la Madeleine, al que no pudo asistir su hermana, la emperatriz Eugenia de Montijo, que se encontraba en Argelia de viaje oficial con su esposo.
Muy cerca, en el número 19 de la Avenue Kleber, donde ahora se halla el exclusivo hotel The Peninsula Paris, se alojó durante su exilio (1868-1904) la reina Isabel II. Entonces se conocía como el Palacio de Castilla y fue comprado por la reina al aristócrata ruso Alexander Basilewski..
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Antiguo Palacio de Castilla |
Para finalizar, Alarcón vuelve al estilo que había prometido abandonar (“las cosas serias”) y hace una detallada reflexión sobre la moda realista en la música (“la armonía imitativa, la onomatopeya”), y en la novela (“la novela había encontrado una servil imitación de la realidad, la fotografía del vulgo, la prosa de la vida elevada á la categoría del romance”).
Consciente de la mezcla
de clases que aglutina la urbe capitalista, Alarcón no deriva a las conclusiones desgarradas
del spleen de Baudelaire (“¡Oh!... En España no
siente todavía el espíritu la dolorosa angustia que experimenta en París”), sino que admira las atenciones sociales que presta la ciudad moderna: “Yo había visto
el mayor orden y la más admirable policía en todas partes; el primor artístico,
la propiedad y la exactitud en todas las cosas; el rigor legal y la igualdad filosófica
nivelando en teoría a todos los individuos, y la gracia, la limpieza, la
abundancia, el placer, la cordura brillando en los hechos, en las personas y en
los objetos inanimados...
Había admirado los
establecimientos de beneficencia civiles y militares, oficiales y privados...
En el Hotel de los
Inválidos, por ejemplo, había visto convertidos en unos verdaderos prebendados
a los que se inutilizaron en defensa y gloria de la patria... y casi
divinizados a los pocos y decrépitos veteranos que aún quedan del primer
imperio. . .
En los hospitales me
había sorprendido el lujo, el bienestar, el cuidado que rodea a los míseros
enfermos.”
“Ha aquí un resumen de
su sistema. Ni bien ni mal abstractos: Todo aquello que es útil es bueno: todo
lo que molesta es malo. El hombre tiene derecho a todo.”

Pero hay un fondo irónico, pues ello no colmará la
felicidad del hombre:
“¿Cómo es posible que el hombre viva solo de bienes materiales? ¿Cómo ha de ser que limite su esperanza al breve espacio de su existencia terrena? ¿Cómo no han de preocuparle los grandes misterios del nacimiento y de la muerte? ¿Cómo no han de holgar en él, aunque nade en los placeres y en las riquezas, una inmensa capacidad de mejores goces, un infinito deseo de ciencia, una inextinguible sed de justicia, y una aspiración sin límites a perdurables hermosuras?"
“¿Cómo es posible que el hombre viva solo de bienes materiales? ¿Cómo ha de ser que limite su esperanza al breve espacio de su existencia terrena? ¿Cómo no han de preocuparle los grandes misterios del nacimiento y de la muerte? ¿Cómo no han de holgar en él, aunque nade en los placeres y en las riquezas, una inmensa capacidad de mejores goces, un infinito deseo de ciencia, una inextinguible sed de justicia, y una aspiración sin límites a perdurables hermosuras?"
Y concluye Alarcón, “Y aquí termina mi cuadro de la vida de París." El día 14 de octubre parten Alarcón e Iriarte para Italia, que está en plena guerra civil.
(Pedro Antonio de Alarcón volverá a París, con su amigo, el malogrado aventurero Benjamín Fernández Vallin, en diciembre de1866, tras haber sido desterrados por firmar, junto a otros 120 diputados unionistas, una protesta dirigida a la reina y al gobierno de Narváez y González Bravo; pero no dejó ningún testimonio literario de esta tercera estancia suya en París).
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