Charles Yriarte y Granada

(Publicado en IDEAL, 31/10/2014) 
 
Charles Yriarte
Los granadinos estamos en deuda con Charles Yriarte. Edmond de  Goncourt decía que ”Yriarte está lleno de anécdotas, lo ha visto todo y conoce a todos”. Periodista, dibujante e historiador del arte francés, no se cansó de divulgar la belleza de Granada, donde vivió durante seis meses, según afirma él. A pesar de no dejar ningún relato conocido de esta estancia, la ciudad de Granada se convertirá en él en icono para expresar la emoción que siente al admirar un paisaje esplendoroso en cualquier lugar del mundo. De forma esporádica, pero desde todas y cada una de sus obras, fue un contumaz propagandista de la ciudad de la Alhambra. Sin embargo, no aparece referido en los catálogos de viajeros como los de Cristina Viñes, María Antonia López-Burgos, Juan Manuel Barrios Rozúa, Carlos García Romeral Pérez, etc.

Yriarte (1832-1898)  era redactor del Monde Ilustré, y cubrió las guerras de Marruecos, de Italia, la franco-prusiana, la guerra de los países balcánicos, etc. Además, como historiador del arte, dejó estudios de Donatello, Veronés y los españoles Goya y Fortuny, y  guías de Istria, Florencia y Venecia. Pero él confiesa que “Entre los panoramas grandiosos que se representan a mi recuerdo cuando cierro los ojos,  recuerdo el Cuerno de Oro, la Vega de Granada y Nápoles y su golfo”.  También que  “Venecia es única en el mundo, como Nuremberg, Constantinople y Granada”. A sus amigos les recomienda que visiten Granada,  tierra “rodeada de agua y de flores”. Además, desmiente los tópicos de bandoleros, malos modos y suciedad de Andalucía. Afirma que no es cierto que en los caminos montañosos de Granada haya bandoleros que raptan a los viajeros, sino que la guardia civil (fundada en 1844) protege los caminos rurales mejor que la gendarmería francesa; además los viajeros se cruzarán con caballeros y arrieros amables que los saludarán cortésmente. Desmonta algunos tópicos  trasnochados; la Granada descrita es más real, pero no menos atractiva que la del Romanticismo.
A su amiga, la baronesa de Vilesne, que se dispone a viajar a Granada con su hija Blanche, le escribe en 1867 una apasionada carta recomendándole que visite el Albaicín y el Sacromonte (curiosamente, barrios pobres postergados por los viajeros románticos), y que no dude en pagar diezduros para asistir a una zambra gitana (“c’est une revelation. Tout l’Espagne est là!”). También le aconseja que recurra al guía Mateo Jiménez, el mismo que sirvió a Washington Irving casi cuarenta años antes (hijo de otro guía que murió centenario y sólo bajó desde la Alhambra  a Granada dos veces en toda su vida) y al que, sin embargo,  otro ilustre viajero, Richard Ford tildara de “charlatán necio”.  
Muestra su espíritu burgués cuando le recomienda que se hospede en la fonda de Pérez o en Los Embajadores, en el centro urbano, más cómodo que el hotel de Los Siete Suelos en la colina de la Alhambra. Evoca Yriarte en esta carta sus paseos por el Generalife, la Alhambra y las orillas del Darro y el Genil con su acompañante, el perro Salero; las  interesantes tertulias con sus amigos granadinos y recuerda con dolor  que en su partida se sintió identificado con el rey Boabdil. 

Por cierto, que en esta misma misiva, comenta con la baronesa el carácter insufrible de su mutua amiga, "la belle Helena", con la que compartió un viaje a Rusia, y que dio en la manía insoportable de telegrafiar continuamente todo lo que hace. Es víctima de un tic exasperante, que le hace tener que escribir veinte palabras y enviarlas a sus amigos para contarles una nimiedad antes que visitar monumentos, disfrutar de la comida o descansar. Jura que jamás volverá a viajar con ella; aunque sea de París a Versalles. ¿No anticipa el síndrome de la bella Helena con los telegramas la actual dependencia de los móviles?



Ilustración del Diario de un testigo de la Guerra de África
La estancia de Yriarte en Granada se produjo entre  marzo y agosto de 1860. Yriarte llegó a Marruecos, enviado por su diario como corresponsal de la contienda hispano-marroquí, el 11 de diciembre de 1859 y allí coincidió con Pedro Antonio de Alarcón, que era su alma gemela y con quien compartíó tienda de campaña, entabló amistad fraternal y para quien realizó algunos grabados que ilustraron la primera edición del Diario de un testigo de la Guerra de África (Alarcón habla generosamente de “las entregas de mi Diario, o sea, nuestro Diario”). A ellos se les  unió en febrero Mariano Fortuny,  becado por la Diputación de Barcelona con el encargo de reflejar los éxitos de las tropas catalanas que dicho organismo había costeado. Vemos en un grabado de Yriarte y en una acuarela de Fortuny la famosa tienda. Al conquistar Tetuán, Alarcón e Yriarte pudieron disponer de un palacio "bello como la Alhambra", según Yriarte, y Fortuny prefirió vivir en el barrio pobre de los judíos.
Yriarte publicó sus crónicas de esta guerra con el título Sous la tente (Bajo la tienda), obra que dedicó al escritor granadino, quien aparece profusamente en ella como un compañero ingenioso, intrépido y genial cronista, de la misma manera que él aparece en la obra de Alarcón, quien escribe “Iriarte”, como un hombre vividor, con un carácter explosivo. Al terminar la guerra, vino a Granada con Alarcón , y aunque este  trotamundos empedernido se desplazó enseguida a Madrid, a Sagunto, a Córdoba, el parisino permaneció, según su propio testimonio, hasta agosto en Granada (“cuando los cactus del Albaicín crepitaban”). Al año siguiente publicó La société espagnole (Paris, 1861).
Yriarte, Sous la tente


Fortuny, Nuestra tienda
Los dos escritores acordaron repetir su experiencia y decidieron ir juntos a Italia a dar cuenta de la guerra de independencia del país transalpino. Se volvieron a reunir en el mes de septiembre en la casa de Yriarte en Chatou, en las proximidades de París (a “quince minutos de viaje por el camino de hierro del Oeste”), donde durante mes y medio, compartieron vivencias disolutas, que evoca pormenorizadamente Alarcón en De Madrid a Nápoles, y también Yriarte en su obra de 1864, Les femmes qui s’en vont. En esta obra, describe a Pedro Antonio de Alarcón como un espíritu  vivaz, a la vez absorto y mudo ante el espectáculo de la belleza de la naturaleza, y nervioso e inquieto, ávido de experiencias. Compara su personalidad con unos fuegos artificiales, que de lejos ofrece una visión brillante, pero desde dentro se ve madera ennegrecida y olor nauseabundo. (Ver Azorín).
Ambos partieron el 14 de octubre a la guerra italiana, en un periplo que
terminaría, otra vez en París, el 6 de febrero. Iniciaron el viaje juntos, pero se separaron en Génova, donde Yriarte se embarcó con los camisas rojas de Garibaldi, mientras que Alarcón se desplazó a Roma.  
 
Se volvieron a encontrar en 1864, en Madrid; entonces le dedica el ensayo Ta fiancée, en el que anima a su amigo a casarse con Paulina para encontrar el equilibrio que necesita, y casualidad o no, Alarcón se casa el año siguiente en la parroquia d Santa Escolástica de Granada. Se volvieron a ver en 1867, cuando Alarcón, ya diputado, fue desterrado a Francia por firmar “la protesta de los 121”.

El nombre de Granada es una marca internacional debido a la naturaleza de la ciudad y a la divulgación que de la ciudad hicieron los viajeros románticos del siglo XIX. Charles  Yriarte ocupa un lugar modesto, pero generoso, que debemos recordar, por superar la visión excéntrica que ofrecían sus antecesores con una versión alternativa,  más cordial, concreta y realista, pero igualmente atractiva para quienes se lanzaban al “grand tour” alrededor del mundo y hacían de Granada una etapa imprescindible.

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