Antonio de Valbuena y Pedro Antonio de Alarcón
Don Antonio de Valbuena fue un crítico literario muy de moda en la segunda
mitad del siglo XIX. Muy popular, era tan temido como prolífico. Deslenguado e
irreverente, escritores, políticos y aristócratas fueron fustigados por su
pluma. Sus artículos eran esperados con ansiedad por el público, especialmente
los jóvenes, que los reproducían de memoria, pues eran hilarantes y mordaces y
no respetaban a nadie.
Pero otras veces se muestra indulgente con la figura del novelista. En la serie titulada Ripios académicos procede a satirizar a la mayoría de los académicos. Compara su libro con una culebra, de la que dice que en su pueblo (era de la comarca leonesa de Riaño) se come todo, menos la cabeza. Se burla de la mayoría de ellos: Cánovas, Núñez de Arce, Menéndez Pelayo o Valera son victimas de su mordacidad inmisericorde. Pero salva de su cuchillo a los ocho que reúnen méritos suficientes para merecer su sillón, que son la cabeza de la Academia, entre los que se cuenta Alarcón, de quien dice:
D. Pedro Antonio de Alarcón antes de entrar en la Academia era un escritor
muy ameno, de imaginación lozana, de mucho ingenio y de estilo, aunque no del
todo castizo, bastante agradable. Sus novelas cortas y sus viajes se leen con
deleite. Como poeta también es mucho mejor que dos por lo menos de los tres que
ha escogido el señor Boris de Tannemberg para la terna de poetas menores.
En Agridulces (1891) recopila reseñas literarias, entre las que destaca la dedicada a El Niño de la Bola, publicada en 1882. Es una critica devastadora y divertida de la novela del accitano.
Pero otras veces se muestra indulgente con la figura del novelista. En la serie titulada Ripios académicos procede a satirizar a la mayoría de los académicos. Compara su libro con una culebra, de la que dice que en su pueblo (era de la comarca leonesa de Riaño) se come todo, menos la cabeza. Se burla de la mayoría de ellos: Cánovas, Núñez de Arce, Menéndez Pelayo o Valera son victimas de su mordacidad inmisericorde. Pero salva de su cuchillo a los ocho que reúnen méritos suficientes para merecer su sillón, que son la cabeza de la Academia, entre los que se cuenta Alarcón, de quien dice:
Después de entrar en la Academia se contagió, se amaneró, quiero decir, y
hacía una prosa tan llena de paréntesis, que resultaba ininteligible. Ahora está enfermo, y pido a
Dios que le dé salud si le conviene.
Antonio de Valbuena, o Venancio González y Miguel de Escalada como también solía firmar sus obras, fue durante muchos años un crítico de la máxima popularidad, leído y loado, temido y vilipendiado, del que se devoraban sus publicaciones, como así lo confirman algunos testimonios de prestigiosos e indiscutibles coetáneos suyos:
-Clarín dijo de él, en 1885, que "podría ser, si tomara en serio el oficio, uno de los críticos más notables de España" y, poco antes, había dicho que era el escritor que más le encantaba y más admiraba.
-Doña Emilia Pardo Bazán, afirmaba: "El nombre de este escritor, que se encuentra hoy entre los más leídos, que tiene su auditorio y sus partidarios acérrimos, y que es un favorito de la juventud (los muchachos entre quince y veinte se lo saben de memoria)...".
Sus libros se reeditaban profusamente y el critico entregaba sus ganancias en mejorar las infraestructura de su pueblo (caminos, puente, iglesia, etc.)
Boris de Tannenberg era un hispanista francés autor de un libro titulado La España literaria: retratos de ayer y de hoy, que contiene los retratos de los poetas novísimos Campoamor, Bécquer y Núñez de Arce.
Sus libros se reeditaban profusamente y el critico entregaba sus ganancias en mejorar las infraestructura de su pueblo (caminos, puente, iglesia, etc.)
Boris de Tannenberg era un hispanista francés autor de un libro titulado La España literaria: retratos de ayer y de hoy, que contiene los retratos de los poetas novísimos Campoamor, Bécquer y Núñez de Arce.
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