La orden franciscana desde su fundación en el siglo XIII tiene entre sus
reglas la difusión del Evangelio entre árabes. Desde el primer momento pareció
necesario para esta empresa dotar a los misioneros de una formación específica
en lenguas. Esta vocación les movía a crear escuelas donde aprendieran la
lengua hebrea, griega y arábiga en los conventos principales de la Orden. En
Granada crearon la Escuela del Albaicín y es de suponer que también existiera
en el convento franciscano de Guadix, creado inmediatamente después de su
conquista, en 1490, por iniciativa del primer obispo de la ciudad, el
franciscano fray García de Quixada. A este convento pertenecía fray Diego de
Guadix.

Fray Diego
de Guadix debió de tener relación estrecha con los moriscos de Guadix,
posiblemente familiares. Según documentación recientemente publicada por José
Rivera Tubilla, fray Diego de Guadix sería hermano de Alonso de Vega y Barrero,
casado con Inés de Molina. A lo largo de todo el siglo XVI se mantuvo abierta
en el Albaicín de Granada la Escuela Arábico Catequista creada por fray Hernando de Talavera y allí imparte
catequesis fray Diego de Guadix, quien afirma haber “predicado muchas vezes en
esta lengua arábiga a moriscos y a árabes”.
Pronto es
encargado de misiones de mayor relevancia. Fray Diego estudió árabe como un
instrumento útil para la comunidad cristiana. Gracias a su contacto con el
mundo morisco siente un gran respeto por lo árabe, al que se refiere como
nación y lengua, a diferencia de lo
moro, que es el practicante del mahometismo, “la seta maldita”, el hereje. Dice que “esta lengua arábiga me es a mí quasi
materna, por averla aprendido y sabido desde niño”. Su interés es salvar almas,
rescatarlas de su ignorancia y convencerlas, con el espíritu del humanista, no
del inquisidor.

En Roma el convento Santa María in Aracoeli
acogía el principal colegio orientalista dedicado al estudio de la lengua
árabe. Allí es reclamado fray Diego de
Guadix e
n 1590 por la Curia Romana
junto a otros peritos en lengua árabe. Por encargo del prelado de la
diócesis accitana obtuvo del pontífice Sixto V, franciscano como él, la
aprobación del oficio litúrgico de San Torcuato. Sobre nuestro patrón tenía
escritas unas Lecciones de que no sabemos más, salvo que lo declara en su
diccionario.
Estuvo seis años en el convento de los franciscanos de Santa
María in Aracoeli, desaparecido desde su demolición en 1885 para construir en
su solar el famoso conjunto Vittoriano, aunque se conserva la bella basílica. En
este convento residieron también, en distintas épocas otros franciscanos
españoles (San Diego de Alcalá, beatificado en 1588; fray Cristóbal Moreno, el
beato Buenaventura de Barcelona, San Juan José de la Cruz, Aquí elabora su
famosa Recopilación de algunos nombres arábigos, en 1593, un trabajo audaz y
pionero, que recoge 4336 entradas. Es abundantemente citado en los primeros
diccionarios del español, el Tesoro de
la lengua castellana, de Covarrubias (1611) y el primer Diccionario de la
Academia (1739), especialmente por sus
aportaciones a la toponimia.
Tras acabar
su obra vuelve a la provincia de Granada como maestro de Teología, intérprete
de lengua árabe y visitador de conventos.
Murió en
Guadix con fama de santo: “Después de tanto trabajo, pasó de esta vida con
loable opinión el año de 1615 y está sepultado en el convento de Guadix.”
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