D. LA NARRATIVA DEL S. XX HASTA 1939

D. LA NARRATIVA DEL S. XX HASTA 1939


LA NOVELA DE LA GENERACIÓN DEL 98

La novela de la Generación del 98, presenta, como rasgos característicos, los siguientes:

Es una novela configurada en torno a un personaje central, el protagonista, que suele repre¬sentar las ideas y preocupaciones del autor (básicamente, determinadas cuestiones filosóficas, como el sentido de la existencia, con el problema de España como telón de fondo).

El interés del argumento no reside tanto en la acción externa como en el diálogo entre los personajes

La realidad no se describe objetivamente, sino subjetivamente, a través de la sensibilidad del personaje cen¬tral.

Como representantes de estas corrientes destacan:

La novela de Miguel de Unamuno

Unamuno se sirvió de la novela para expresar sus dudas y preocupaciones exis¬tenciales y filosóficas: el sentido de la existencia, el ansia de inmortalidad, la identidad personal, el sentimiento trágico derivado de la certeza de la muerte, etc. Consciente de que sus relatos no respondían a la forma convencional de la novela, le dio un nombre distinto: nivola. Las novelas o nivolas de Unamuno pretenden ser un relato esencial de un conflicto de conciencia. Para ello, se eliminan o reducen las referencias al ambiente en que suceden los hechos y se simplifica al máximo la acción externa, centrándose todo el interés del relato en la interioridad del personaje y sus problemas íntimos.

Dentro de su producción podemos destacar:

Amor y pedagogía, Niebla, subtitulada nivola, trata sobre los problemas existenciales y de identidad del protagonista y San Manuel Bueno, mártir.

Otras novelas: Paz en la guerra, Abel Sánchez, La tía Tula.

La novela de Pío Baroja

Se trata del novelista más convencional y prolífico de su generación. Podemos destacar las siguientes características en su producción:

a) Espontaneidad. El novelista vasco huye de todo cuanto parezca afectado y excesivamente meditado. Se ha dicho de su obra que es antirretórica.

b) Sus novelas nacen de la observación de la realidad. Baroja defendía la observación cui¬dadosa de la vida. De ahí, que muchas de sus obras tengan una dimensión autobiográfica. Sin embargo, conviene no equivocarse al pensar que las obras de Baroja son REALISTAS en el sentido estricto del término, ya que no deja de ser el autor quien observa. Baroja interpone en¬tre él y el mundo que nos describe una lente de observador para crear distancia.

c) Las novelas de Baroja suelen tener una trama única con un personaje central y una multiud de per-sonajes secundarios inolvidables.

d) Su estilo tiende al párrafo breve y la frase corta, ya que persigue la nitidez, la clari¬dad y la precisión. Las descripciones son rápidas. Bien puede hablarse de técnica impresionista . Está, pues, en este as¬pecto Baroja muy lejos de los autores realistas del XIX.

Fue Baroja un escritor fecundísimo. Sólo sus novelas pasan de sesenta, escritas al ritmo de unas dos por año. Treinta y cuatro de ellas se agrupan en trilogías, cuyos títulos indican el rasgo común de las novelas que las componen. Citaremos algunas como ejemplo:

—Tierra vasca, formada por La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz y Zalacaín el aventurero. Su unidad está dada por el ambiente. Zalacaín es, según Baroja, «la más pulcra y bonita» de sus novelas; cuenta las andanzas de un típico «hombre de acción», personaje inolvida¬ble, en medio de la última guerra carlista.

—La lucha por la vida: La busca, Mala hierba y Aurora roja. La primera es para muchos la obra más intensa del autor; su panorama de los barrios más míseros de Madrid es de un implacable y desolado realismo; su protagonista, Manuel, es una figura conmovedora, zarandeada por la sociedad.

—A La raza pertenece El árbol de la ciencia, acompañada por La dama errante y La ciudad de la niebla.

Entre 1913 y 1935, Baroja se consagró preferentemente a desarrollar una serie narrativa más extensa, la titulada Memorias de un hombre de acción. Está integrada por 22 novelas, cuyo protago¬nista es Eugenio de Avinareta, aventurero personaje del siglo XIX y antepasado del autor.

La novela de José Martínez Ruiz “Azorín"

Se caracteriza fundamentalmente por los siguientes rasgos: el estilo, sencillo y claro, inconfundible por el uso de frases cortas; el vocabulario, exacto y preciso, con abundantes términos olvidados o en desuso; la capacidad para describir y evocar nostálgicamente impresiones, sensaciones, paisajes, etc.; su habilidad para percibir el detalle de las pequeñas cosas cotidianas (los primores de lo vulgar, en frase de Ortega y Gasset). En sus novelas, el argumento y la acción tienen, en general, escaso interés; son, más bien, fragmentos de vida, a menudo autobiográficos, y las descripciones detallistas de personajes y am¬bientes sustituyen a la intriga.

Su primer ciclo de novelas está formado por La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo, de carácter autobiográfico las tres y con un protagonista común, Antonio Azorín.

La novela de Valle-Inclán

Valle-Inclán escribió poesía, teatro y novela, siempre con una actitud renovadora y antirrea¬lista. Suelen distinguirse asimismo dos periodos en su producción: el modernista y el de los esper¬pentos.

Después de algunos libros de cuentos y narraciones breves, escribe las Sonalas: Sonata de otoño, Sonata de estío, Sonata de primavera y Sonata de invierno, protagonizadas por el marqués de Bradomín. Las Sonatas se inscriben en la órbita de la litera¬tura modernista por el mundo aristocrático y decadente que recrean, así como por el lenguaje cuidado y musical en que están escritas.

Escribió después La guerra carlista, trilogía compuesta por Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño.

La estética del esperpento, que desarrollaría en su producción teatral, basada en la ridiculización de personajes y la deformación siste¬mática de la realidad, se inicia en el campo de la novela con Tirano Banderas , retrato grotesco de un dictador hispanoamericano. La plenitud de esta estética deformadora se manifiesta en El ruedo ibérico, trilogía formada por La corte de los milagros, Viva mi dueño y Baza de espadas. Las tres nove¬las constituyen un relato esperpéntico y satírico de los últimos años del reinado de Isabel II en el siglo XIX

LA NOVELA DE LA GENERACIÓN DEL 14 O NOVECENTISMO

Como puente entre la Generación del 98 y la Generación del 27, encontramos a un grupo de escritores que se dan a conocer entre 1910 y 1914 y que reciben la denominación de novecentistas, liderados por Ortega y Gasset.

Gabriel Miró: Su prosa destaca principalmente por la utilización de la descripción. Describe el color y la luz de un lugar concreto, y también el olor e incluso el sabor de los alimentos, con lo que el lector se siente transportado a un mundo pleno de sensaciones. Las novelas más conocidas de Gabriel Miró son Las cerezas del cementerio, Nuestro Padre San Daniel y su continuación El obispo leproso.

Ramón Pérez de Ayala: Este autor mezcla magistralmente en sus novelas los elementos locales de su Asturias natal con lo cosmopolita. Entre las novelas de la primera época destaca Troteras y danzaderas, situada en el Madrid bohemio de principios de siglo. Son relatos costumbristas y satíricos, con un toque común de pesimismo muy cercano a las preocupaciones de los autores del 98. Otros títulos son Tinieblas en las cumbres, A. M. D. G. y La pata de la raposa .

Las novelas de la segunda época son más simbólicas y abstractas: Belarmino y Apolonio, Los trabajos de Urbano y Simona.

Ramón Gómez de la Serna: Autor inclasificable, cultivó todos los géneros, además de inventar uno: la greguería (definida por él mismo como ‘metáfora + humor’), y sirve como puente entre el Novecentismo y los movimientos de vanguardia. Su producción novelística es muy extensa y de temática variadísima: El torero Caracho. Escribe biografías como Goya o Azorín, además de su autobiografía, titulada Automoribundia.

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