EDUARDO RUIZ MORALES, PERIODISTA CONTROVERTIDO
(Publicado en EL IDEAL 17/07/2017
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Ruiz Morales (primero de la fila tercera), en la candidatura del Partido Radical |
El
bastetano Eduardo Ruiz Morales (1868-1913) pertenece a la llamada generación
del 98. Era un hombre movido por dos impulsos bipolares: la vida indolente de
la bohemia y la exigencia por la
justicia republicana. Eran años de angustiosas luchas sociales en los que el movimiento
obrero y los intelectuales (la llamada
“Gente Nueva”) pugnan por participar de la política, copada todavía por los partidos viejos que
solo representan y defienden los intereses de la oligarquía.
Hoy
su nombre dice poco, pero en los veinte años que van desde entonces hasta 1903,
el bastetano intervino en todas las tertulias de Madrid. Impulsivo y apasionado
era el animador imprescindible en las múltiples tertulias en las que
intervino. Comenzó su carrera periodística en los periódicos
estudiantiles La Universidad y La Tribuna Escolar; luego pasó a colaborar con periódicos obreros como La Piqueta, El Obrero, Germinal y La Democracia. En esta época destaca el
folleto ¡¡¡La coronación de Zorrilla!!!,
de 1889 en el que deplora el despilfarro que suponen los exagerados actos de la
coronación del poeta en Granada, considerando más necesarias las inversiones
en la recuperación de los daños del
terremoto sufrido el año anterior.
Formó
después parte de la redacción del periódico republicano El País, en el que colabora a lo largo de ocho años con una columna
diaria muy activa encargada de la actualidad teatral, aunque se limita a dar informaciones y
reseñas de los estrenos y novedades relativas a la intensa actividad teatral y
musical de la capital, sin apenas comentarios críticos, salvo algún elogio a la
reaparición de un actor, la visita de una cantante, etc.
Son
años de vida extravagante, desordenada, nocturna; la que refleja fielmente
Valle-Inclán en sus esperpentos. Es más que probable que en 1890 coincidiera en
las mesas de los cafés de Levante y del Prado con Ángel Ganivet, funcionario y
opositor en Madrid por entonces.
A partir de
1895, deslumbrado por la figura de Lerroux, después tan denostada, milita en el partido republicano que lidera
el doctor Esquerdo. Participa en la comida homenaje que algunos periodistas
ofrecen en el café Inglés a Joaquín Dicenta por el éxito de su obra Juan José. El 12 de abril de 1896 forma
parte del elenco que representa Juan José
a beneficio de la redención de un recluta, único sostén de su madre. También
actúan en dicha representación el propio Dicenta, y otros periodistas como Palomero, Paso, Limendoux o
Pineda. Según informa El Accitano del 18 de octubre de 1896, entonces Eduardo Ruiz Morales dirigía en Madrid La Información.
Dentro
de su vida excesiva, sabemos que afrontó un desafío con Azorín por los comentarios ofensivos de este hacia
colegas de El País. Valentín González Serrano y Eduardo Casado Berbén apadrinaron al
granadino y declararon que “ha quedado honrosamente zanjada la cuestión pendiente
entre nuestros queridos amigos y compañeros”. No fue el único duelo. Mantuvo otro más peligroso contra José Juan Cadena, un hombre
de mundo, escritor y empresario teatral, y experto esgrimista cuya pareja, la
famosa cupletista Consuelo, la Fornarina, reveló luego que su amante le
había confesado que le había perdonado la vida al audaz camorrista.
Termina
su etapa madrileña cuando Lerroux le nombra en 1903 director de El heraldo de La Rioja, órgano del
partido republicano en la provincia. Allí se hace portavoz de las huelgas
convocadas, denuncia la represión, participa activamente en la campaña
para socorrer a los damnificados por la
catástrofe ferroviaria de Torremontalvo y organiza un mitin homenaje a Sagasta
en su pueblo natal, Torrecilla en
Cameros. Siempre perseguido por la polémica, es detenido en Logroño por una
orden del juez de Baza, aunque está pocos días en prisión y sufre otras
denuncias, una por su artículo “Sombras y dudas”, y otra del alcalde de
Mansilla, de las que sale absuelto.
En 1905 acompaña
a Lerroux a Barcelona como secretario particular, por lo que se ve envuelto en
todo tipo de lances escabrosos. También coincide con dos personajes
antitéticos. Son el profesor Hermenegildo Giner de los Ríos en cuya lista
consigue acta de concejal en el ayuntamiento de Barcelona y Emiliano Iglesias,
director de El Progreso, quien lo
nombra director del suplemento semanal y a quien sustituye en la dirección del diario en el verano de 1912. Don Gildo es
un republicano viejo, sabio y estricto.
Emiliano era pendenciero, seductor y
tramposo. Representan las dos facetas contradictorias de la personalidad de
Eduardo. Desde el ayuntamiento barcelonés intervino en la creación de ateneos populares,
las famosas meriendas republicanas, la creación de las escuelas al aire libre, en la Semana Trágica, etc.
Muere
el 13 de diciembre de 1913, con cuarenta y cinco años, pobre, insobornable, víctima de una enfermedad
cardíaca. El entierro fue civil, presidido por dos familiares y el alcalde, Sr.
Segnier, el diputado Iglesias y banderas de la República, la Fraternidad y la
Casa del Pueblo.
Hermenegildo
Giner de los Ríos (ligado a Granada desde que su hija Gloria se casara con Fernando
de los Ríos) cuenta que le visitó en la víspera de su muerte: “Y le hablé de
Granada, de su pueblo natal, del estado del partido republicano en nuestra
querida Andalucía, le refería escenas interesantes andaluzas, que le hacían
sonreír plácidamente como si contemplase el bello perfil de Sierra Nevada y la
espléndida vega granadina, a donde trasladaba su imaginación, evocando yo en su
espíritu el recuerdo de hombres y de
cosas, de tipos y paisajes.(…). Barcelona te honró con una representación
popular, como hace siempre generosa con quienes bien la quieren y bien la
sirven. Que sepa tu Baza, que sepa tu Granada, que has correspondido al honor
con honor intachable, sellando la cuenta fielmente”.
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