HISTORIETAS LOCALES, 10 CERVANTES EN GUADIX (1594)
Cervantes fue comisionado por Felipe II para el cobro de varios atrasos de tercias y
alcabalas en el reino de Granada. Recibido el nombramiento inicial, le
exigieron, como era lo prescrito, las fianzas oportunas por adelantado. La suma
a cobrar ascendía a 2.459.989 maravedís
(unos cuatrocientos mil euros actuales), que, naturalmente no poseía, pero
obtuvo la fianza del prestamista Francisco Suárez Gasco, que entonces tenía dos causas en curso, una
por deudas impagadas y otra “sobre sospechas de haber querido matar a su
mujer”. Está claro que como muchos amigos del círculo de Cervantes, no gozaba
de buena reputación. A su vez, el escritor responde ante su fiador con los
bienes de su mujer, doña Catalina de Salazar, en obligación firmada ante
notario conjuntamente el 21 de agosto.
A últimos de agosto de 1594, cabalgando a razón de diez
leguas por día, a lomos de una mula de alquiler, Cervantes emprendió
el mismo viaje desde Esquivias a Toledo y desde Toledo a Malagón, que había
hecho innumerables veces desde su infancia. Pero como ahora no iba a Sevilla,
sino al reino de Granada, en Malagón, donde se bifurcaba el camino real (el que
seguiría don Quijote), torció a la izquierda, cruzó luego el Guadiana y llegó al
pueblo llamado Viso del Marqués, a causa
de haber vendido la villa el emperador Carlos V a don Álvaro de Bazán, que
solía vivir allí cuando se lo permitían sus afanes marítimos y
políticos. El marqués nació en Granada, pero hay biógrafos que le atribuyen
cuna accitana, fundamentándose en las muchas posesiones que tenía su familia en
la comarca, desde Exfiliana a Gor. Lo que sí está documentado es que fue
ordenado caballero de la orden de Santiago en Guadix siendo aún niño de ocho
años.
Desde El Viso,
entrando por el puerto de Despeñaperros, se encontraba la actual Venta de Cárdenas. Ya en la cordillera de
Sierra Morena, en “la gran sierra negra” como Cervantes la llama, el camino real, abruptísimo y casi
impracticable entonces, conducía, dos leguas adelante, a la Venta de los
Palacios, dentro ya del obispado de Jaén; y más allá, a Vilches. Luego, a otras
dos leguas, en La Puente, cruzaban los
ríos Guadalén y Guadalimar, muy cerca de la actual estación de Linares-Baeza.
Dos leguas más y aparecía Úbeda, que era parada obligada. Pasado Úbeda, venía
Jódar; y (penetrando ya en el reino de
Granada) Guardahortuna, penúltima etapa.
Seguía, por último, hasta Moreda y
Benalúa y se concluía la jornada en Guadix.
El 7 de
Septiembre, pues, llegaba Cervantes a Guadix, tras haber recorrido sobre 68
leguas, poco más o menos, desde Madrid: once o doce días, por tanto, de viaje,
contados tres o cuatro días de ellos de
descanso en Esquivias.
En tiempo de
Cervantes, Guadix era una ciudad todavía con resabios morunos, a pesar de la
reciente represión contra los moriscos, de calles empedradas y de numerosas
casas palacio ya terminadas y de buena construcción, y también espaciosas casas
de vecinos, además de las cuevas, donde vivía
la tercera parte de la población. Disfrutaba de vieja alcazaba árabe,
plaza renacentista amplia, con soportales, y varias fuentes públicas, de agua
copiosa. Contaba, además de la catedral, con torre campanario a medio
construir; con cuatro iglesias parroquiales, dos conventos de monjas, tres de
frailes, algunas ermitas y un hospital fundado por los Reyes Católicos.

Acompañado de escribano y procurador, Cervantes halló
en Guadix la mejor disposición para el cobro de las alcabalas y tercias de la
ciudad y su partido de los años 1592 y 1593.
Y recibidos del tesorero los 286.083 maravedís de su importe, pasó
seguidamente a la ciudad de Baza, donde llegó el 9 de Septiembre de 1594, y donde no llegó
a cobrar la partida presupuestada, como tampoco conseguiría en Granada.
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